La resurrección frente al libro de Mormón
Comparo la solidez del caso a favor de la resurrección con otro milagro fundacional: el del encargo divino a Joseph Smith de recoger y traducir el libro de Mormón.
Este artículo es parte de una serie de artículos contra el cristianismo, que podréis encontrar organizados aquí:
En los anteriores artículos he intentado mostrar que la creencia en la resurrección no encuentra justificación histórica, pero alguno podría pensar que mi intento está fuertemente sesgado por mi rechazo previo a lo sobrenatural. Aunque he tratado de justificarlo, estoy seguro de que aún habrá muchos que desprecien ese intento y sigan tratando este escepticismo como una “mera presuposición filosófica”, injustificada en una discusión histórica. Los que opten por esa vía se encontraran con un problema tan grave como el anterior: se verán obligados a explicar por qué rechazan los milagros rivales.
Creo que, hasta cierto punto, las afirmaciones de que la resurrección puede ser probada con las evidencias de las que disponemos puede ser honesta, aunque errónea. Sin embargo, si yo presento otro milagro cuyas pruebas sean similares o incluso más contundentes, no sería de recibo rechazarlo. Para mantener la coherencia, o bien ese nuevo milagro debe ser aceptado, con las implicaciones religiosas que eso tenga, o bien lo que debe abandonarse es la pretensión de que pueden probar la resurrección a los demás. Ese es el brete en el que pretendo poner a los cristianos al presentar un milagro que considero muchísimo más convincente: la entrega y la traducción del Libro de Mormón.
Por qué el mormonismo
Hay muchos milagros que podría haber escogido para este artículo, pero me he decantado por este no solo por sus propios méritos, sino porque forma parte de la fundación de una religión que guarda una sorprendente similitud con la cristiana. La semejanza es tal que, de ser yo mormón, probablemente creería que esta semejanza es una señal divina.
Si el cristianismo es un descendiente del judaísmo con suficientes mutaciones para considerarlo una nueva religión, entre los que destaca el pasar de un monoteísmo puro a creer que hay tres personas que son Dios1 o introducir nuevos libros sagrados, el mormonismo hace lo propio sobre la base del propio cristianismo, agregando nuevos libros sagrados (el Libro de Mormón, la Perla de Gran Precio, y la Doctrina y Convenios) e introduciendo millones de dioses, al poder serlo cualquiera tras morir y crear su propio mundo; ambos tienen un milagro fundacional, los dos milagros de los que hablo en el artículo; si el crecimiento del cristianismo fue tan grande y rápido que algunos lo calificaron de milagroso, este es todavía menor que el del mormonismo2; igual que sucedió con los primeros cristianos, sea más o menos polémica la extensión del hecho en ese caso, los mormones también sufrieron graves persecuciones religiosas desde su origen sin que ello les llevase a abandonar su fe, incluyendo en dicha persecución el martirio de su líder y fundador: Joseph Smith3; ambas tuvieron líderes carismáticos y hacedores de milagros como la sanación de enfermos4; ambos gozan de numerosísimas visiones desde sus primeros años, algunas individuales y otras colectivas, muchas más en el caso del mormonismo pero posiblemente solo porque tenemos un registro más completo5...
Todo esto con una gran ventaja sobre el cristianismo, que conocemos todo lo que pasó con muchísima más confianza. Si en el cristianismo contamos con solo un puñado de fuentes separadas en décadas de los sucesos, en el caso del mormonismo tenemos suficientes fuentes primarias para llenar varias bibliotecas: libros, correspondencia, prensa, diarios personales, fotografías, documentos gubernamentales y judiciales… Y no solo copias de estos documentos siglos posteriores a los originales, de las que no podamos estar seguros sobre su fidelidad, sino que en muchísimos de estos casos contamos directamente con el original.
Hablando de los Evangelios, uno podía despachar la gran mayoría de los milagros, así como una buena parte del relato que rodea la resurrección (Jesús enseñándole las llagas a Tomás, por poner un ejemplo), como una mera leyenda, pero esa réplica es imposible hablando de mormonismo. Es por eso que no estamos hablando solo de un evento similar a la aparición del cristianismo, sino de una versión ampliamente mejorada.
El nacimiento del mormonismo
U6na duda atormentaba a Joseph Smith, ¿cuál de las muchas ramas del cristianismo era la correcta? Tras leer Santiago 1:15 “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada”, decidió pedirle a Dios que aclarase su duda. Tenía solo 14 años cuando recibió su respuesta, al aparecérsele tanto Dios Padre como Jesucristo para decirle que todas estaban erradas, prohibiéndole unirse a ninguna. A pesar de la oposición que encontró, siguió la orden que Dios le dio y no participó en ninguna comunidad cristiana.
Tuvo otra aparición tres años después, el 21 de septiembre de 1823, cuando el ángel Moroni se presentó en su habitación y le habló sobre un libro escrito en planchas de oro que contenía “una relación de los antiguos habitantes de este continente, así como del origen de su procedencia” y “la plenitud del evangelio eterno cual el Salvador lo había comunicado a los antiguos habitantes”. En el lugar en el que se encontraría este libro, habría también dos piedras, Urim y Tumim7, que servirían para traducir dicho libro. Este mensaje se lo repetiría no una, sino cuatro veces en cuatro apariciones consecutivas: tres de ellas mientras estaba en su habitación y la cuarta en el campo, al que fue esa misma mañana a trabajar.
El ángel no le dijo la ubicación de dichas planchas, pero Joseph Smith las vio en una visión y decidió ir allí a por ellas. Después de encontrarlas, cuando se decidió a cogerlas, el mismo Moroni se volvió a presentar para decirle que todavía no había llegado el momento, así que debía dejarlas donde estaban y volver cada año a encontrarse de nuevo con él, hasta que le diga que ya es el momento. Dicho momento llegó el 22 de septiembre de 1827.
De esta forma comenzó Joseph Smith a traducir lo que hoy es conocido como el libro de Mormón, hecho que le permitiría restaurar la verdadera Iglesia del cristianismo o, según los más escépticos, a crear una nueva religión: la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos días, comúnmente conocida como mormonismo.
Si los cristianos creen que aceptar el hecho de la resurrección nos debe llevar necesariamente a aceptar el resto de su fe, algo que negaré en mi siguiente artículo, en este caso la conexión es mucho más clara. Si aceptamos esta versión de los hechos, nos encontramos al mismo Dios dejándonos su palabra en un nuevo libro y designando un profeta para que nos de esta revelación y nos guíe en ella. Quien promueva el mormonismo solo necesita centrarse en probar este hecho, veamos cómo.
Las pruebas del origen divino del libro de mormón
Vimos que Gary Habermas intentaba probar la resurrección utilizando tan solo cinco hechos, lo que puede intentar hacer pasar como una búsqueda de la simplicidad, pero realmente es reflejo del mayor problema al que se enfrentan todos los apologetas: que no hay mucho más que presentar. Los que pretenden dar más pruebas necesitan entrar no ya en el terreno de lo polémico, algo que hace Habermas al meter la tumba vacía en la ecuación, sino incluso en lo desacreditado, como hacen los que intentan utilizar la sábana santa.
Mi problema a la hora de escribir este artículo es el contrario: las pruebas en lo concerniente a la intervención divina en la entrega y la traducción del libro de mormón son tan abundantes y tan variadas que tratarlas todas en detalle me sería imposible8. Teniendo esto en cuenta, hagamos una selección de las más relevantes y convincentes.
1. El testimonio de Joseph Smith
Lo que he contado hasta ahora no viene de ningún libro de origen incierto, sino que es lo que cuenta el propio protagonista de los eventos: Joseph Smith. Teniendo esto en cuenta, solo se nos presentan tres alternativas: o bien era un loco y todo lo que cuenta es resultado de sus alucinaciones, o bien era un mentiroso, o bien lo que dice es verdad.
Que fuera un loco se puede descartar muy fácilmente. Uno puede tener alucinaciones, pero esas alucinaciones no le llevarán a encontrar objetos físicos como las planchas de oro y Urim y Tumin, ni a leer en ellos libros enteros.
La siguiente alternativa es que hubiera mentido pero, como los apologistas cristianos se afanan en repetir, nadie está dispuesto a soportar la persecución religiosa y, en última instancia, la muerte, por una mentira. Según relata John Taylor, testigo de los hechos, el propio Joseph Smith dijo días antes de morir, cuando voluntariamente viajaba hasta Carthage para someterse a juicio e ingresar en la prisión en la que finalmente sería asesinado: “Voy como cordero al matadero; pero me siento tan sereno como una mañana veraniega; mi conciencia se halla libre de ofensas contra Dios y contra todos los hombres. Moriré inocente, y aún se dirá de mí: fue asesinado a sangre fría”9.
Si descartamos que hubiese mentido y descartamos que todo fuese fruto de sus alucinaciones, no parece que queden más opciones que pensar que dice la verdad.
2. El testimonio de los tres
Las evidencia más celebrada del origen divino del libro de Mormón viene en sus primeras páginas, con la declaración que firman Oliver Cowdery, David Whitmer y Martin Harris. Los tres afirman que vieron las tablas de oro, que un ángel se les apareció para enseñárselas, y que escucharon la voz de Dios les dijo que fueron traducidas por su poder y les ordenó testificar eso. Esta visión fue compartida, los tres vieron y oyeron lo mismo, a la vez y en el mismo lugar, acompañados en ese momento por Joseph Smith, que también experimentó lo mismo10.
Si hacemos caso a los apologistas cristianos, debemos descartar rápidamente la hipótesis de que esta visión se deba a una alucinación, ya que no debería ser posible que cuatro personas tuviesen simultáneamente la misma alucinación.
¿Puede ser que los tres testigos (y Joseph Smith, que compartió la experiencia con ellos) hubiesen mentido? No parece una opción muy verosímil. Ya expliqué antes por qué no debemos creer que Joseph Smith mintió, y en menor medida es algo que se aplica a los tres testigos, que no fueron martirizados pero sí que soportaron la persecución que todos los mormones sufrieron en aquella época. Pero lo importante no es eso, lo importante es que, en gran parte, estamos hablando de testimonio enemigo.
Es cierto que todos eran mormones en el momento de tener esa visión, pero los tres testigos se separaron de la Iglesia y llegaron a ser excomulgados en 183811. A pesar de ese enfrentamiento, que en el caso de David Whitmer duró hasta su muerte, ninguno de ellos negó en ningún momento lo que vivió, sino que lo reafirmaron cada vez que pudieron12. ¿Por qué seguirían mintiendo para defender a una Iglesia de la que ya no formaban parte, dirigida por un hombre con el que tenían una rivalidad personal, si no es porque realmente creían lo que decían?
3. El testimonio de los ocho
Una página después del testimonio de los tres, nos encontramos con el testimonio de los ocho: Christian Whitmer, Jacob Whitmer, Peter Whitmer jr., John Whitmer, Hiram Page, Joseph Smith sr., Hyrum Smith y Samuel H. Smith. Estos no afirmaron haber sido visitados por un ángel o escuchado la voz de Dios, pero sí haber visto, palpado y examinado las planchas de oro, lo que probaría su existencia.
Podemos repetir para este caso los argumentos sacados para los anteriores. Tanto Hiram Page como los cuatro Whitmer fueron expulsados de la Iglesia13, pero continuaron afirmando la veracidad de su testimonio durante toda su vida a pesar de ello14.
Además, también tuvieron que soportar la persecución a la que he hecho alusión varias veces, algunos de forma muy intensa. Hyrum Smith es un mártir de la religión, puesto murió asesinado junto con su hermano, Joseph; tiempo antes, en otra estancia en prisión, escribió por carta “Sentí una determinación de morir, en lugar de negar las cosas que mis ojos habían visto, que mis manos habían tocado y a las cuales había dado testimonio dondequiera que mi destino me hubiera llevado”15. En otra ocasión, en 1833, Hiram Page estaba sufriendo una paliza por parte de un grupo de antimormones que le dijeron que le dejarían en paz en cuanto renegase del libro de mormón, pero su respuesta fue “¿Cómo podría negar lo que sé que es cierto?” y se resignó a soportar sus golpes hasta casi la muerte16.
Como en el caso anterior, no cabe afirmar que hayan alucinado ni que hayan mentido, así que deben decir la verdad. Las placas de oro existían.
4. Otros testigos
Los once anteriores se destacan porque sus testimonios aparecen en todas las ediciones del propio libro de Mormón, pero existen más testimonios relevantes, tengan carácter sobrenatural o no.
Con respecto a las planchas de oro, Larry Morris, historiador mormón, cuenta hasta 17 personas que las vieron o manipularon, sumando los testimonios de Emma Smith, Lucy Mack Smith, William Smith, Katharine Smith, Josiah Stowell, Alvah Beman y Joseph McKune Sr. a los de los once17.
Además, tenemos al menos otras cinco personas que afirmaron haber tenido una experiencia sobrenatural que confirmaría el origen divino de dichas planchas: Zera Pulsipher, Harrison Burgess, Lyman E. Johnson, Mary Whitmer y Luke Johnson. Zera Pulsipher dejó escrito en su autobiografía que un grupo de ángeles entró en su casa, le enseñó el libro, y le dijo que esa era la revelación de los últimos días, siendo ese el momento en que se convirtió al mormonismo18. Lo mismo Harrison Burgess, que también dejó escrito que un ángel le enseñó las planchas de oro en una visión que tuvo cuando rezaba por saber si el libro era real o no19.
Ninguno de los demás dejó escrito su testimonio, pero tres fuentes contemporáneas independientes nos dicen que Lyman afirmaba que creía en la verdad del libro de Mormón porque un ángel le enseñó las planchas de oro y le dijo que se dedicara a propagar esa verdad20, y por parte de Mary Whitmer tenemos dos fuentes, su hijo y su nieto, de que decía haber visto un ángel enseñarle las planchas de oro e instarle a seguir colaborando con su traducción21. La referencia de Luke Johnson la encontramos en la biografía de John D. Lee22, donde se nos habla de una declaración (lamentablemente hoy perdida) que habría firmado en la que afirmaría haber visto el libro de mormón de las manos de un ángel, reafirmándose en ella a pesar de no pertenecer ya a la Iglesia.
En total, sumando a Joseph Smith, los ocho, los tres, y los enumerados aquí, tenemos 24 testigos. De estos 24 testigos, 16 son de primera mano, tenemos de ellos sus palabras exactas y por tanto no hay dudas de qué es lo que afirmaron haber visto; los otros 8 son de segunda mano, tenemos lo que otros afirmaron haberles escuchado decir, disponiendo en 5 casos (Lucy Mack Smith, Josiah Stowell, Alvah Beman, Mary Whitmer y Lyman Johnson) de múltiples fuentes independientes que corroboran que dicho testimonio existió, lo que también deja pocas dudas al respecto. Todos ellos contienen detalles sobre qué, como y cuando vieron lo que vieron.
Los testimonios varían en importancia y en su alcance. 15 de ellos solo corroboran la existencia de las planchas de oro y sus características, mientras que los otros 9 añaden la intervención de alguna entidad divina que confirmaría su origen sobrenatural. De estos últimos 9, 6 son de primera mano, el de Luke Johnson lo conocemos a través de la autobiografía de un sacerdote mormón, el de Mary Whitmer a través de su hijo y de su nieto, y el de Lyman de tres personas distintas.
Comparando estos primeros cuatro puntos con lo visto en la resurrección, la superioridad del milagro mormón me parece clara. Sobre la resurrección no encontramos un solo testimonio de primera mano (ya expliqué en mi artículo anterior por qué no debemos considerar la visión de Pablo), y solo podemos encontrar testimonios de segunda mano a través de Pablo en 1 Corintios 15 5:7, pero no aporta ni el más mínimo detalle sobre ellos y ni siquiera sabemos con certeza cuales son de segunda mano y cuales son de tercera, cuarta o quinta. Para encontrar el más mínimo detalle debemos ir a los Evangelios y al libro de los Hechos, pero la existencia de todos los allí recogidos está en entredicho.
Es posible plantear un escenario verosímil de los hechos que rodean la resurrección de Jesús que no contenga más de una o dos verdaderas apariciones de Jesús resucitado23, pero ello es absolutamente imposible para el libro de Mormón. Quien quiera refutar el mormonismo, deberá explicar de donde salieron las planchas de oro y por qué Joseph Smith, Oliver Cowdery, David Whitmer, Martin Harris, Zera Pulsipher, Harrison Burgess, Lyman Johnson, Mary Whitmer y Luke Johnson dijeron lo que dijeron.
5. El proceso de traducción
El libro de mormón no es algo que Joseph Smith escribiese en la soledad de su habitación, sino que se lo dictó a otras personas según lo traducía, muchas veces acompañado por terceros24. En este proceso colocaba en un sombrero bien Urim y Tumin, bien una piedra vidente que se encontró un día y que cumplía la misma función, para después meter la cabeza y cerrar el sombrero sobre ella, bloqueando toda la luz, y después empezaba a leer las palabras que milagrosamente aparecían ante sus ojos gracias a dichas piedras25.
La pregunta es ¿cómo pudo hacer eso? los asistentes descartan que pudiera estar escondiendo ningún escrito26, y estaban cualificados para ello, ya que incluso llegaron a manipular el sombrero que Joseph usaba para ponerle a prueba27. La propia hipótesis parece imposible, ya que incluso aunque lograse esconder el texto de alguna forma en el sombrero, seguiría sin tener la luz necesaria para leerlo, ni mecanismo alguno para pasar las páginas.
Si no lo estaba leyendo, ¿es que lo había memorizado? Recordemos que hablamos de jornadas de varias horas traduciendo sin parar, sin que en ningún momento cometa un error ni necesite volver atrás porque se haya olvidado de alguna parte. Al relatar a uno de sus hijos su experiencia como escriba, Emma Smith dijo
Cuando actuaba como su escriba, tu padre me dictaba durante horas y horas; y cuando regresaba después de las comidas o de interrupciones, de inmediato comenzaba donde lo había dejado, sin ver el manuscrito ni que se le leyera ninguna parte. Esto era algo habitual que él hacía. Hubiera sido improbable que un hombre culto pudiera hacer esto; y para alguien tan ignorante y sin estudios como él, simplemente era imposible28
Y no veo error en ese razonamiento. Sin duda, la memoria que sería necesaria para esto sería prodigiosa.
Y si no lo estaba leyendo ni lo había memorizado ¿acaso lo improvisaba? Esta idea es completamente absurda, el libro de mormón es una obra superior en extensión y complejidad a todo el Nuevo Testamento, llena de intertextualidad y coherente, es imposible que la pudiera haber improvisado in situ.
Si no pudo leerlo, ni memorizarlo, ni improvisarlo, no sé que más opciones quedan que la de que realmente logró traducirlo de forma milagrosa mediante sus piedras mágicas.
6. La educación de Joseph Smith
Supongamos que Joseph Smith logró colar de alguna extraña forma el texto, o que tenía la memoria sobrehumana necesaria para acometer esta tarea. Incluso así ¿estaba cualificado Joseph Smith para haber escrito una obra semejante?
Lo cierto es que Joseph Smith apenas recibió educación formal alguna y todos coincidían en calificarle como alguien ignorante29. David Whitmer afirmaba que era tan ignorante que ni siquiera sabía que Jerusalén tenía murallas, y que se veía obligado a deletrear varios de los nombres que Urim y Tumim le revelaban por ser incapaz de pronunciarlos30; su propia mujer dijo que ni siquiera era capaz de dictar una carta coherente y bien escrita, mucho menos un libro31, y cuando analizamos alguno de sus verdaderos escritos de la época nos encontramos con que es "incorrecto gramaticalmente, escrito poco sentido de puntuación o estructura compositiva y, aunque sincero y auténtico, muestra escasa evidencia de competencia o confianza estilística y compositiva."32.
¿Cómo podría una persona así haber engañado al mundo escribiendo una obra tan extensa y compleja, repleta de referencias bíblicas e históricas e incluso de hebraísmos33? Quien pretenda que el libro de mormón es invención suya no solo deberá proponer que tenía una memoria privilegiada, sino también un extraordinario talento creativo y una gran erudición que ocultó a todo el mundo.
7. Los nombres
Hasta ahora hemos hablado de las circunstancias que rodean al libro de mormón, pero el propio libro también es susceptible de contener pruebas de su naturaleza divina en su contenido. En concreto, al tratar este cuestiones históricas, si este nos revelase información desconocida al momento de escribirlo, pero que hoy fuese confirmada, nos daría buenos motivos para creer que Dios es el responsable de su redacción. Hay muchos casos en los que esto sucede34, pero me voy a centrar en uno: los nombres.
No todos los nombres del libro de Mormón son bíblicos, sino que algunos eran hasta el momento desconocidos, lo que dio pie a los críticos a burlarse de ellos. Desde entonces, sin embargo, se ha confirmado que muchos de ellos eran nombres egipcios o hebreos de la época. Es el caso de los egipcios Paaschi y Nephi, o de los hebreos Alma o Josh, entre otros muchos35.
¿Cómo podría haber logrado este conocimiento Joseph Smith, si no era accesible ni a los estudiosos de su época? ¿Simple suerte? Parece mucho más sencillo decir que el libro contiene nombres de la época en la que se ambienta porque es entonces cuando fue escrito, y Joseph Smith se limitó a traducirlo con sus piedras mágicas, cómo él mismo afirmó.
Conclusión
La realidad de la resurrección es, probablemente, el argumento más usado para probar que el cristianismo es la religión verdadera. En anteriores artículos he intentado mostrar, al refutar el argumento más popular para defender la historicidad de la resurrección, que no podemos aceptarla, pero es probable que quedase gente sin convencer por mi intento de refutación. Lo que pido con este artículo es que esa gente, la que aún cree que hay buenas pruebas de la resurrección y que por eso debería creer en el cristianismo, me explique cómo pueden ellos no creer a su vez en el milagro del libro de Mormón y hacerse por ello mormones.
Se mire por donde se mire, las pruebas a favor de este son mucho más numerosas, sólidas y contundentes que las de aquel, y el que crea que no es así que haga el ejercicio de intentar dar hipótesis naturalistas a uno y otro y ver cómo se sostienen. Si es honesto, y a la hora de plantear las hipótesis sobre el libro de mormón aplica las restricciones que se suelen imponer a las hipótesis sobre la resurrección (como la imposibilidad de alucinaciones colectivas o la honestidad de los mártires), se encontrará que no es capaz de encontrar ni una sola.
Si se me pregunta ¿qué es lo que crees tú? responderé que creo que Joseph Smith era un estafador que se aprovechó de un grupo de crédulos en un ambiente de gran religiosidad. Quien quiera saber por qué creo esto le basta con leer “Mormonism Unvailed”36, centrándose no en las deducciones del autor, sino en las declaraciones que recoge.
¿Y cómo explico todas las pruebas de lo contrario? en varios de los casos soy simplemente incapaz de dar una hipótesis verosímil, simplemente asumo que habrá una porque creo que el mormonismo es falso. En otros casos sí que tengo explicaciones claras, porque yo mismo he usado conscientemente las trampas que los apologistas cristianos usan constantemente, pero dejo al lector el ejercicio de detectarlas y refutarlas.
Por supuesto, al cristiano que quiera mantenerse honesto le queda una segunda alternativa: la de aceptar ambos milagros y unirse al mormonismo. No es un resultado que busco y no es el que espero, pero si se da el caso tampoco lo lamentaré, porque al menos el mormonismo me parece más gracioso.
Soy plenamente consciente de que el cristiano me dirá que la trinidad continúa siendo monoteísta, pero su justificación no será más que un ejercicio de contorsionismo. En cualquier caso este no es el tema a tratar aquí, probablemente lo sea en un futuro artículo, sino que representa algo disruptivo con respecto a lo que entendían los judíos, algo que nadie me negará.
Esta línea apologética es muy popular desde, como mínimo, San Agustín, que veía imposible este crecimiento como una prueba de los milagros cristianos “Si no creen que los apóstoles de Cristo hicieron estos milagros para inculcar la creencia en la resurrección y en la ascensión de Cristo, nos basta este solo y estupendo milagro: que el orbe de la tierra ha creído en ella sin milagros” San Agustín de Hipona, La Ciudad de Dios, Obras de San Agustín, XVII (Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1963), 1635-36.
En Rodney Stark, The triumph of Christianity : how the Jesus movement became the world’s largest religion (HarperOne, 2011), 156-58, encontramos una estimación del crecimiento que pudo haber tenido el cristianismo en los primeros siglos, encontrando que este sería menor que el que encuentran los mormones o incluso otras religiones como los testigos de Jehová.
El mismo autor en «The Rise of a New World Faith», Review of Religious Research 26, n.o 1 (1984): 18-27, https://doi.org/10.2307/3511039, predijo que el mormonismo se convertiría “en la primera gran religión desde que el profeta Mahoma salió del desierto”, simplemente manteniendo un crecimiento semejante al histórico de entre un 30 o un 50% por década. En las 4 décadas siguientes, ese crecimiento ha sido del 38% https://web.archive.org/web/20221003014129/https://www.churchofjesuschrist.org/study/liahona/2021/05/statistical-report-2020?lang=eng.
Esta persecución es, hasta donde sé, algo completamente inaudito en la historia estadounidense. Su mayor exponente se da 1838, cuando el gobernador de Misuri emitió una orden ejecutiva mandando, y este es el término que usa, su exterminio. https://www.sos.mo.gov/cmsimages/archives/resources/findingaids/miscMormRecs/eo/18381027_ExtermOrder.pdf#sos
La wikipedia compila varias de sus sanaciones milagrosas, con la referencia a las fuentes primarias en las que encontrarlas. https://en.wikipedia.org/wiki/Miracles_of_Joseph_Smith
La cantidad de experiencias de este tipo era tan alta que la propia Iglesia se vio obligada a intentar contenerlas para que no cundiera el caos, Richard Lyman Bushman, Joseph Smith: Rough Stone Rolling (Nueva York: Alfred A. Knopf, 2005), 150-52. Esta enorme prevalencia ha llevado a algunos escépticos, como es el caso de Robert Beckstead et al., «The entheogenic origins of Mormonism: A working hypothesis», Journal of Psychedelic Studies 3, n.o 2 (2019): 212-60, https://doi.org/10.1556/2054.2019.020, a proponer hipótesis como la del uso deliberado de alucinógenos para explicar la capacidad de generar visiones a discreción.
Por dar un ejemplo concreto: pocas semanas después de la muerte de Joseph Smith, hubo una reunión para elegir a su sucesor, reunión que contó con miles de asistentes. Durante la intervención de Bringham Young, todos pudieron presenciar un evento sobrenatural: este no tenía su aspecto ni su voz, sino los del recientemente fallecido Joseph Smith, milagro que le confirmó como su sucesor. Este milagro tiene analogía clara en la cacareada aparición a los 500 que nos relata Pablo, pero con una diferencia, y es que mientras que en aquel caso solo contamos con la palabra de Pablo, en este tenemos los testimonios de al menos 129 personas distintas, recopilados en Lynne Watkins Jorgensen, «The Mantle of the Prophet Joseph Passes to Brother Brigham: One Hundred Twenty-nine Testimonies of a Collective Spiritual Witness», en Opening the Heavens: Accounts of Divine Manifestations, 1820–1844, ed. John W. Welch (Brigham Young University Studies, 2017), 395-507.
Lo que sigue es un resumen del relato contenido en la Perla de Gran Precio, Joseph Smith-Historia
Estos nombres no son de su creación, sino que son objetos que aparecen en el Antiguo Testamento: Éxodo 28:30, Levítico 8:8, Deuteronomio 33:8, 1 Samuel 14:41, Esdras 2:63, Nehemías 7:65, Sabiduría 45:10.
Por dar una referencia: la web apologética https://evidencecentral.org/ recopila 400 pruebas de la divinidad del libro de Mormón.
Doctrina y Convenios, sección 135.
Bushman, Rough Stone Rolling, 78.
Bushman, Rough Stone Rolling, 347-51; Véase también sus respectivas entradas en Andrew Jenson, Latter-Day Saint biographical encyclopedia : a compilation of biographical sketches of prominent men and women in the Church of Jesus Christ of Latter-Day Saint (Salt Lake City: Andrew Jenson History Company, 1901).
Tad R. Callister, A Case for the Book of Mormon (Salt Lake City: Deseret Book, 2019), Cap. 7: The Three Witnesses.
Véase la nota 10.
Callister, A Case for the Book of Mormon, Cap. 8: The Eight Witnesses.
Hyrum Smith, «Communications», Times and Seasons, 1839, 23.
Callister, A Case for the Book of Mormon, Cap. 8: The Eight Witnesses, Hiram Page.
Larry E. Morris, «Empirical Witnesses of the Gold Plates», Dialogue: A Journal of Mormon Thought 52, n.o 2 (2019): 59-84, https://doi.org/10.5406/dialjmormthou.52.2.0059.
Zera Pulsipher, «History of Zerah Pulsipher as Written by Himself», en Pulsipher Family History Book, ed. Nora Hall Lund y Terry Lund (St. George, Utah, 1953), 16.
Kenneth Glyn Hales, Windows: a Mormon Family, 2004, 104-5, http://www.hales.org/Media/Default/Windows1/toc.html.
William Shepard y H. Michael Marquardt, Lost Apostles: Forgotten Members of Mormonism’s Original Quorum of the Twelve (Salt Lake City: Signature Books, 2014), Cap. 2, Missionaries, notas 17,18 y 24; cap.4 A Quorum of Twelve Apostles, nota 35.
Larry E. Morris, A Documentary History of the Book of Mormon (Nueva York: Oxford University Press, 2019), 356; Jenson, Latter-Day Saint biographical encyclopedia : a compilation of biographical sketches of prominent men and women in the Church of Jesus Christ of Latter-Day Saint, vol.1, pag.283.
John D. Lee, Mormonism Unveiled, or the Life and Confessions of John D. Lee (St. Louis, Missouri: Bryan Brand & Co., 1877), 184.
Un ejemplo lo podéis encontrar desarrollado por Paulogia, famoso youtuber dedicado a la crítica del cristianismo, en https://youtu.be/IUCI3cMJCvU?list=PLpdBEstCHhmWIewYyKPBoYbL4E2NVpjaK. El mismo youtuber tiene varios vídeos más presentando este caso a académicos como Dale Allison o Bart Ehrman, desarrollándolo en el proceso.
David Whitmer declaró que “la traducción se llevaba a cabo en la presencia no solo de las personas mencionadas, sino también de toda la casa Whitmer y varios parientes de Smith" John W. Welch, «The Miraculous Translation of the Book of Mormon», en Opening the Heavens: Accounts of Divine Manifestations, 1820–1844 (Salt Lake City: Brigham Young University Studies, 2017), 172.
«La traducción del Libro de Mormón», accedido 12 de abril de 2023, https://www.churchofjesuschrist.org/study/spa/manual/gospel-topics-essays/book-of-mormon-translation.
Welch, «Miraculous Translation», 143
En una ocasión Martin Harris cambió la piedra vidente del sombrero por una piedra semejante pero sin sus capacidades sobrenaturales, con el resultado de que Joseph Smith no pudo ver ninguna palabra. Welch, «Miraculous Translation», 150-51.
Welch, «Miraculous Translation», 144.
Bushman, Rough Stone Rolling, 41-42, 72.
Welch, «Miraculous Translation», 92.
Welch, «Miraculous Translation», 144.
Robert A. Rees, «Joseph Smith, the Book of Mormon, and the American Renaissance: An Update», Interpreter: A Journal of Mormon Scripture, 19 (2016): 13.
Donald W. Parry, «Hebraisms and Other Ancient Peculiarities in the Book of Mormon», en Echoes and Evidences of the Book of Mormon, ed. Daniel C. Peterson y John W. Welch (Provo, Utah: Foundation for Ancient Research and Mormon Studies, 2002), 155-89.
Véase Donald W. Parry, Daniel C. Peterson, y John W. Welch, eds., Echoes and Evidences of the Book of Mormon (Provo, Utah: Foundation for Ancient Research and Mormon Studies, 2002).
Parry, Peterson, y Welch, Echoes and Evidences of the Book of Mormon, 401-4; John A. Tvedtnes, John Gee, y Matthew Roper, «Book of Mormon Names Attested in Ancient Hebrew Inscriptions», Journal of Book of Mormon Studies 9, n.o 1 (2000): 40-51.
Eber D. Howe, Mormonism Unvailed: or A Faithful Account of that Singular Imposition and Delusion, from its Rise to the Present Time, 1834.
"Por supuesto, al cristiano que quiera mantenerse honesto le queda una segunda alternativa: la de aceptar ambos milagros y unirse al mormonismo. No es un resultado que busco y no es el que espero, pero si se da el caso tampoco lo lamentaré, porque al menos el mormonismo me parece más gracioso." Cierre inmejorable.