Este artículo es parte de una serie de artículos contra el cristianismo, que podréis encontrar organizados aquí:
El anterior artículo también estaba dedicado al argumento de los hechos mínimos de Gary Habermas, en el que traté de negar o matizar tres de los cinco hechos, pero eso solo niega la primera mitad de su obra, ya que después necesitamos ver qué conclusiones se pueden derivar de ellos. Si juzgáis mis esfuerzos como exitosos vosotros mismos podréis intuir que la resurrección está fuera de la mesa, pero quiero dejar la menor cantidad posible de salidas a mis contendientes, y por eso explicaré por qué tampoco podemos concluir que Jesús debió haber resucitado incluso aunque aceptemos todos los hechos mínimos.
El camino a seguir es exponer las distintas hipótesis que podrían explicar los hechos mínimos, valorando si son más o menos probable que la resurrección, ya sea individualmente o en conjunto. El propio Habermas hace un esfuerzo recopilando unas cuantas, así que partamos de ahí.
La hipótesis del desarrollo legendario1
Habermas presenta esto como una hipótesis separada, pero realmente es un fenómeno cuyo reconocimiento debe estar presente a la hora de valorar cualquier evento histórico de esta naturaleza. No entraré en demasiados detalles porque ya dediqué un artículo a esto, pero con toda probabilidad una historia de estas características ha sido enormemente deformada con el paso de los años. Para que esto sea relevante no es necesario que la resurrección sea una creación total de este proceso a partir de lo que se contaba sobre la vida y muerte de Jesús, sino que también es de extrema importancia señalar como esto nos impide conocer con seguridad casi ningún detalle de esta, incluso aunque pensemos que es un mensaje que estaba en el núcleo de lo que dijeron los primeros cristianos inmediatamente después de la muerte de Jesús.
Habermas intenta minimizar el impacto de este factor. Primero lo hace refiriéndose a las variantes textuales, afirmando que la pureza del Nuevo Testamento no está en duda por nadie que haya estudiado el tema, y que ni siquiera los más críticos dudan de más de unas pocas palabras, ninguna de las cuales afectan a cuestiones doctrinales. Esta sobreestimación de nuestro conocimiento y nuestra confianza en el texto del Nuevo Testamento alcanza cotas de obscenidad.
No conocemos con certeza el final del Evangelio de Marcos, probablemente lo único que podamos saber con cierta seguridad es que la mayoría de la gente a lo largo de la historia ha estado leyendo uno distinto, sea por adición o por modificación; no sabemos si el último capítulo del Evangelio de Juan pertenecía al escrito original; circulan dos variantes principales del libro de los Hechos, la occidental y la alejandrina, tan distintas que la primera es un 10% más larga que la segunda, y todavía hoy hay debate sobre cuál es más cercana al original... Es inaceptable intentar reducir esto a unas dudas sobre unas pocas palabras en todo el Nuevo Testamento, cuando prácticamente en todos los capítulos existen dudas sobre un puñado de versículos2.
Sobre lo demás no debatiré, porque se centra en defender que la creencia de la resurrección estaba presente en los discípulos directos de Jesús y no tengo problemas en conceder eso.
La hipótesis del robo3
Esta hipótesis se centra en explicar la tumba vacía, uno de los hechos mínimos que negué en mi anterior artículo, pero recordemos que mi conclusión no fue que no haya ocurrido, sino simplemente que de las pruebas que disponemos no podemos concluir lo haya hecho. En ese contexto, plantear esta hipótesis es útil no solo para los que no se convencieran con mi tratamiento de la tumba vacía, sino para presentar a los que si se viesen convencidos con una hipótesis naturalista de esta que serviría para explicar el origen de la creencia en la resurrección.
El escenario planteado es fácil de entender: la tumba estaba vacía porque alguien robó el cuerpo. Esta es una hipótesis bastante natural dadas las circunstancias, tanto que la propia María Magdalena es la que la propone en el Evangelio de Juan (20:2), y en el Evangelio de Mateo se nos dice que esa fue en algún momento una acusación común (28:15). Seguramente sería lo primero que cualquiera de nosotros pensaría en una situación similar, al menos si no tenemos creencias sobrenaturales previas asociadas al protagonista de esta desaparición.
¿Quién podría haber hecho esto? podría haber sido alguno de los discípulos, pero también podría haber sido cualquier otra persona. Habermas trata ambas hipótesis de forma separada, así que hagamos lo propio.
El robo por los discípulos
En caso de haberse realizado por los discípulos, se me ocurren dos posibles motivaciones: bien podría haberlo hecho para beneficiarse personalmente gracias a la popularidad de una secta en la que tendría una posición de poder, o bien podría ser que creyese realmente en lo que esa secta propugna y esta fuese su forma de promocionar sus ideas.
Ninguna de las dos opciones es demasiado extravagante, sino que son cosas que vemos tanto en la historia como en nuestro día a día. Ejemplos de lo primero los tenemos en el auge de religiones recientes y mejor documentadas como el mormonismo4; en telepredicadores como Cash Luna, que afirma haber llevado a cabo milagros como la multiplicación de los tacos5; o gente que afirma curar enfermedades y lesiones mediante la fe, como Peter Popoff, cuyo método fue expuesto por James Randi en televisión con pruebas audiovisuales6; o cualquiera de los cientos de líderes de pequeñas sectas que usan sus mentiras para obtener dinero y favores sexuales.
Lo mismo podemos decir de la posibilidad de que lo hubieran hecho para promocionar su fe a través de la mentira, un fenómeno tan común que se ha acuñado un nombre para él: “fraude piadoso”. Esta era una práctica omnipresente en el cristianismo de la antigüedad, tanto que ha logrado llevar varias falsas epístolas al canon bíblico, además de otras muchas obras de cuya falsedad los cristianos actuales no dudarán como los numerosos Evangelios apócrifos, o incluso una carta que afirma ser del puño y letra del mismísimo Jesucristo hacia el rey Abgaro V de Edesa7. En la actualidad tenemos innumerables ejemplos gente intentando propagar su fe mediante la mentira: desde la supuesta confirmación por parte de la NASA de Josué 10:13 mediante el descubrimiento de la falta de un día, tan burdo que hasta los creacionistas más obcecados se lanzan a desmentirlo8; a otros más aceptados como un inexistente informe de la OMS confirmando un milagro eucarístico, que es difundido hasta por la EWTN, uno de los medios de comunicación católicos más grandes del mundo9; O incluso dentro del ámbito académico, como en el caso de Daniel B. Wallace, estudioso del Nuevo Testamento más o menos respetado y que fue manipulado para decir en un debate con Bart Ehrman que había sido descubierto un manuscrito del Evangelio de Marcos del siglo I10; también tenemos casos de falsificación de milagros, o al menos de manipulación consciente para hacerlos pasar por exitosos, muy común en el movimiento apostólico y profético11.
Alguno podría pensar "bueno, pero una cosa es mentir sobre un milagrillo secundario o sobre las pruebas que haya de algo en lo que creas, y otra muy distinta mentir en el hecho central de tu religión. Si alguien hubiese robado el cuerpo sabría que la resurrección no ocurrió, y si fuese así ¡no podría ser cristiano!" Pero eso esa objeción adolece de trasladar a los primeros cristianos las creencias de los actuales. En la actualidad la resurrección de Jesús ocupa un papel central en la teología cristiana12, hasta el punto de que existe una identificación casi total entre ser cristiano y creer en la resurrección, pero es imposible que esa identificación existiese para los discípulos de Jesús, ya que estos lo eran ya antes de que tal hecho "ocurriese". Desde la perspectiva de quien robase el cuerpo, esto no sería más que un último milagro de su maestro con el que dar nueva vida al movimiento, del que no tendría por qué tener dudas.
El argumento del martirio
Por algún motivo, Habermas ni siquiera contempla esta posibilidad, sino que para él cualquiera que fuera el que robase el cuerpo no podría creer sinceramente en Jesús, y es por eso que dedica la mayor parte de sus esfuerzos a razonar que los discípulos de Jesús creían de forma sincera en Jesús. Por desgracia, sus argumentos son pobrísimos incluso aunque asumiésemos, como hace él, que ningún creyente podría haber sido el autor del robo.
Su prueba principal es el martirio de los discípulos, ya que dice que si estuvieran mintiendo no habrían estado dispuestos a morir y a ser torturados por esa mentira. Yo no estaría tan seguro de que nadie esté dispuesto a mentir por una mentira, puedo imaginar con facilidad a alguien que previese que las consecuencias de destapar un fraude de gran magnitud fuesen tan desastrosas que, dada la opción de admitirlo para salvar su vida, se bloquease y se quedase callado esperando su ejecución. Aún así puedo admitir que eso le da cierta credibilidad pero ¿de donde se saca que realmente estuvieran dispuestos a morir por sus creencias?
Es cierto que al menos algunos discípulos murieron por sus creencias, pero eso no significa que estuvieran dispuestos a hacerlo. Para poder decir esto tendríamos que saber de alguno que no solo fuera asesinado a causa de su cristianismo, sino que además se le hubiera dado la oportunidad de evitar su muerte al retractarse, y no sabemos de un solo caso similar13.
Pero incluso aunque algún nuevo registro histórico nos mostrase que tal acontecimiento ocurrió, lo que está claro es que no fue el destino de todos los discípulos, por lo que ni siquiera eso tendría por qué desmentir la hipótesis del robo por los discípulos. Solo necesitamos una persona para robar un cuerpo, y por tanto solo necesitamos un discípulo que no fuese sometido a ese destino para tener un sospechoso.
La conversión de Santiago
Habermas solo añade dos réplicas más, ambas muy similares: que la tumba vacía no sería suficiente para convencer a Santiago, y que la tumba vacía no sería suficiente para convencer a Pablo.
Sobre Santiago ya vimos en el anterior artículo que es dudoso que fuese escéptico de Jesús y que, en caso de haberlo sido, no existe ningún motivo para pensar que el momento de su conversión llegaría después de la muerte de Jesús, sino más bien al contrario. Aún así, concedamos por motivos retóricos que realmente Santiago se convirtió después de la muerte de su hermano ¿realmente el encuentro de la tumba vacía no podría ser un detonante?
Hablamos de alguien que, tuviese mejor o peor relación con él, acaba de ver a su hermano sufrir una violenta ejecución pública. En su papel de hermano, puede que incluso él sintiese algo de miedo tras ese evento, tal vez creyese que también podría estar en peligro por esa cercanía con el crucificado. Sin duda serían momentos traumáticos y de gran estrés, momentos que además pasaría con un grupo de fanáticos religiosos seguidores de su hermano que es posible que estuviesen esperando su resurrección, en cuyo caso tratarían de convencerle de que eso pasará con especial vehemencia, tal vez para así autoconvencerse también ellos.
En esa situación, el descubrimiento de la desaparición del cuerpo de Jesús ¿no podría ser suficiente para introducir en él determinadas creencias? Es sencillo pensar que esto podría crear en él un estado de sugestión tal que le permitiese vivir una “aparición” de Jesús resucitado, aquella que luego Pablo haría pasar a la historia, que le convenciese definitivamente.
La conversión de Pablo
Sí es cierto que el robo del cuerpo no podría explicar la conversión de Pablo, que se daría años después de este suceso pero ¿por qué debería hacerlo?
Supongamos que redactase una obra siguiendo el mismo método que Habermas, pero para probar que las misiones Apolo fueron un montaje. Podría usar para ello los siguientes hechos mínimos, muy repetidos por los conspiranoicos:
En las imágenes, las sombras de los astronautas no son paralelas
También hay imágenes de las banderas que plantaron en la luna ondeando
Ni las fotos ni los vídeos muestran estrellas en el cielo
La radiación o la temperatura en las capas altas de la atmósfera son suficientes para matar a quien las intentase atravesar dentro de una nave Apolo
Buzz Aldrin reconoció la farsa
Una persona razonable empezaría a responder uno a uno. En primer lugar me explicaría que, en terrenos irregulares, es posible que las sombras no sean paralelas, pero entonces le respondería “¿Y qué hay de la bandera?”. Mi debatiente me explicaría que no es cierto que la bandera ondease, sino que esa es una conclusión que alguien sacó al ver una imagen estática de una bandera arrugada, pero entonces yo respondería de nuevo “¿Y eso como explica la falta de estrellas?”. Así iría sucesivamente hasta el quinto hecho, y de ahí vuelta a empezar. Siempre reprochando al rival que no de una explicación a aquello que no esté tocando directamente en el momento, independientemente de que lo haya hecho antes o lo vaya a hacer después.
Puede parecer un escenario algo exagerado, pero si revisáis cualquier debate entre gente normal y conspiranoicos de este tipo, sea en foros o en vivo, es lo que os encontraréis. Estoy seguro de que hasta Habermas estaría de acuerdo conmigo en que esta es una táctica falaz, que lo único que consigue es marear a quien venga a discutir bienintencionadamente pasando de un punto a otro constantemente para que nunca se pueda anotar un tanto. Pues esta táctica la está poniendo en práctica Habermas al reprochar a la hipótesis del robo del cuerpo el que no explique la conversión de Pablo.
Al igual que en el caso del conspiranoico, el cristiano no tiene ninguna justificación para exigir que expliquemos una cantidad arbitraria e inconexa de hechos de una única vez, sino que cada uno de ellos puede merecer una explicación propia.
Llevemos esta réplica al extremo para ver su absurdo ¿debería rechazar la hipótesis del robo si con ella no lograse explicar que pasó con los miles de casos de gente que hoy en día afirma haberse convertido al cristianismo por una visión de Jesús?
Profundizando un poco más ¿realmente la resurrección de Jesucristo es explicación suficiente a todas esas apariciones? y si la respuesta es que no ¿por qué lo supondría para la de Pablo? Esta se habría dado después de la ascensión, si es que nos creemos esa historia, por lo que se parecería mucho más a cualquier visión de Jesús en la actualidad que a una aparición de Jesús resucitado, así que no veo como es coherente responder afirmativamente a la segunda pero no a la primera.
Es evidente el error en el que incurriría el que se enroque en el sí ante las preguntas anteriores. Tanto la tumba vacía como las primeras apariciones postmorten son eventos predecibles dada una resurrección, porque estamos ante un cuerpo que se convierte de nuevo en una persona viva, que sale por su propio pie por esa tumba, y que se pone a pasear por el lugar encontrándose con gente en el proceso. El problema es que los propios cristianos reconocen que eso no duró para siempre, sino solo hasta la mencionada ascensión. Con ella, el cuerpo resucitado de Jesús se va de este mundo, tras lo cual no podemos prever ninguna aparición más sino que cada una requerirá su propia explicación según su contexto, incluso partiendo de premisas cristianas.
En suma, que la hipótesis del robo no explique (de forma directa) la conversión de Pablo no es una debilidad, sino que es lo esperable. Habermas no tiene ninguna legitimidad para pedirme que solvente los cinco hechos mínimos en una sola frase, y es que ni siquiera él es capaz de hacerlo afirmando la resurrección, al contrario de lo que parece creer. Es importante recordar esto porque volverá a recurrir a la misma táctica falaz en posteriores réplicas.
El robo por otras personas
Cuando uno habla sobre el robo del cuerpo de Jesús lo primero en lo que pensará es en el robo por parte de un discípulo, por ser estos los que más relación tenían con el evento y los que podrían beneficiarse de alguna forma de este, pero no necesariamente tienen que ser ellos los que lo robasen. Sabemos que el de los ladrones de tumbas, sea más o menos común, era un fenómeno existente en aquella época y lugar. En muchos casos la motivación sería la necromancia, y puede que para ello resulte todavía más tentador alguien con fama de tener poderes sobrenaturales14. Como ya dije, incluso los propios Evangelios asumen que esa es una alternativa verosímil (Mt 28:15, Jn 20:2).
A esto presenta 4 objeciones: que la tumba vacía no habría convencido a Santiago, que no habría convencido a Pablo, que de hecho no convenció a nadie (salvo a Juan), y que no explica las apariciones postmorten. Para las dos primeras y la cuarta me remito a lo que acabo de responder, así que hablemos de la tercera.
Esta es una respuesta que bien podría estar en el apartado sobre el robo por parte de los discípulos, pero supongo que no la incluiría por la extraña idea que tiene de que debe implicar una conspiración que implicase a todo cristiano de la época. El problema es ¿de donde se saca que la tumba vacía no convenciese a nadie? Porque hasta este momento no lo había mencionado.
Este es el segundo gran error que Habermas repite sistemáticamente para desestimar hipótesis naturalistas: tratar de refutarlas con hechos que no incluyó entre sus hechos mínimos. Recordemos que la lógica de su obra consistía en probar la resurrección únicamente con los cinco hechos que expone inicialmente, que pretenden ser no polémicos, pero entre los cuáles no estaba “nadie comenzó a creer en la resurrección por la tumba vacía”. Ahora intenta introducirlo por la puerta de atrás sin reconocer su transgresión.
Pero, independientemente de eso ¿hay buenos motivos para creer que fuera así? No demasiados. Como digo, las únicas fuentes son los Evangelios, pero es que estos ni siquiera son unánimes en este hecho, sino que si revisamos sus textos nos encontraremos con que no está tan claro.
¿Qué dicen los Evangelios?
El Evangelio de Marcos, por su final abrupto, no da margen para el debate. No podemos decir que nadie creyese ni dejase de creer en la resurrección por la tumba vacía porque las únicas que sabían de este hecho fueron las tres mujeres que la encontraron, de las que no se nos dice nada más que que las invadió el pánico y no dijeron nada a nadie.
Sobre el de Mateo, cita 28:17 como prueba, pero si vamos a revisar ese artículo nos encontraremos con que lo que se describe es lo contrario a lo que Habermas dice. Sí es cierto que dice que los discípulos dudaron (según la traducción, puede leerse que solo algunos dudaron), pero eso no lo dicen refiriéndose al encuentro de la tumba vacía, ¡sino a la propia aparición de Jesús tras su muerte! Siguiendo su criterio, lo que deberíamos decir es que las apariciones postmorten no convencieron a nadie, sino que necesitaríamos algún otro factor desconocido. Afortunadamente ese ejercicio de imaginación no es necesario, ya que el propio contexto nos deja claro que la duda no implica que negasen la resurrección, sino simplemente eso, que tenían dudas aunque creyesen en ella15. De otra forma, el texto no nos diría inmediatamente antes que lo que hicieron al ver a Jesús fuera adorarle, o no nos encontraríamos con que inmediatamente después Jesús les da ordenes sobre cómo tienen que actuar a partir de ese momento, sin molestarse en probar que es él. Del mismo modo, si no creyesen ya gracias a la tumba vacía que la resurrección era una opción, no habrían ido a encontrarse con él al monte de Galilea al que el ángel los envió.
En Lucas hay dos pasajes relevantes, siendo el primero de ellos el 24:9-12. Las mujeres van a contarle a los discípulos lo sucedido pero ellos no las creen, con la única excepción de Pedro que iría al sepulcro y comprobaría que es cierto que Jesús no está ahí. Con esto ya vemos una contradicción a Habermas, ya que tanto las mujeres como Pedro piensan en la resurrección por este suceso. En el caso de las mujeres se nos dice de forma muy clara en Lc 24:8 y 24:23, mientras que en Pedro es más ambiguo pero también se sugiere, ya que dice que se maravilló al encontrar que el cuerpo había desaparecido pero el lino que usaron para cubrirle seguía ahí (lo que descartaría el robo), ¿y por qué se maravillaría si no es porque estaba pensando en la explicación sobrenatural? Incluso para el resto de discípulos no se nos dice que la tumba vacía no les convenciera, sino que no se les convenció de que la tumba estuviera vacía, ya que no creyeron a las mujeres cuando se lo contaron.
El otro pasaje relevante es Lc 24:36-49, que nos cuenta una aparición de Jesús ante los discípulos en la que estos se muestran incrédulos y Jesús tiene que interactuar físicamente con ellos y el entorno para convencerles. Sin embargo, parece que aquí la duda no estriba tanto en que haya resucitado, sino en la aparición en concreto, ya que ya previamente los mismos personajes afirman la resurrección (Lc 24:34). Uniendo esto a lo dicho anteriormente, no parece que el Evangelio de Lucas descarte la posibilidad de que el encuentro de la tumba vacía plante la idea de la resurrección, sino más bien todo lo contrario.
El único que parece adaptarse a lo que dice Habermas es el Evangelio de Juan, que sí que presenta a María Magdalena (única mujer en encontrar la tumba vacía en este Evangelio) creyendo que alguien había movido el cuerpo (20:2), pero no nos dice mucho más. Se nos dice que Pedro y el discípulo amado fueron al sepulcro tras recibir la noticia de parte de María Magdalena, encontrándolo también vacío, y se nos especifica que el discípulo amado creyó al ver eso (20:8), lo que parece significar que pensó en la resurrección, pero no se nos dice qué pensó Pedro ni tampoco se nos dice como reaccionaron el resto de discípulos al recibir la noticia. El único al que se nos presenta claramente como escéptico es a Tomás (20:24-29), pero nadie más.
Por tanto, nos encontramos con que la idea de que la tumba vacía no convenció a nadie de la resurrección solo está apoyada, de forma muy ambigua y con una excepción explícita, en el Evangelio de Juan, que además entra en contradicción explícita con los demás Evangelios. Es, por lo tanto, una afirmación sin apenas base.
La hipótesis de la tumba equivocada16
Otra opción que daría explicación a la tumba vacía es que esta fuera fruto de un error. Las mujeres no habrían ido a la tumba en la que Jesús estaba colocado, sino que habrían ido a otra distinta por equivocación, y es por eso por lo que no encontrarían su cuerpo. En el mismo error incurrirían los demás que fuesen a comprobar lo que dicen las mujeres, en el caso de que alguien lo hiciera.
Quienes hayan leído el artículo anterior ya podrán intuir una causa de ese error: que confundiesen una ubicación temporal con la final. Vimos al hablar de la tumba vacía que una hipótesis bastante popular entre quienes pretenden darle veracidad a lo que cuentan los Evangelios sobre el entierro de Jesús es que José de Arimatea lo colocó en su tumba familiar únicamente de modo provisional, debido a las prisas que imponían el Sabat, para reubicarlo posteriormente en algún otro lugar más apropiado17. Si hacemos caso a lo que nos dicen los Evangelios, la única ubicación que conocerían los cristianos sería la que las mujeres habrían anotado al espiar desde lejos a José de Arimatea en sus labores, por lo que no habrían llegado a saber nada ni de la naturaleza provisional de esta localización ni de la reubicación del cuerpo si esta se diese.
A esta hipótesis Habermas opone 6 objeciones:
Que no explica las apariciones de Jesús resucitado.
Que la tumba vacía no convenció de la resurrección a nadie.
Que la tumba vacía no habría podido convencer a Pablo.
Que la tumba vacía no habría podido convencer a Santiago.
Que no tenemos fuentes que abalen esta hipótesis.
Que la evidencia nos dice que la localización de la tumba debía ser conocida.
Los cuatro primeros puntos los he tratado ya, así que no me repetiré. Hablemos de los siguientes.
Que no hay fuentes que abalen esta hipótesis
Es cierto que no tenemos ninguna fuente que afirme que eso es lo que ocurrió, pero ¿qué fuentes esperaríamos tener si fuese cierto? Prácticamente las únicas que tenemos sobre la historia de la tumba vacía son los cuatro Evangelios, en los que sería bastante absurdo encontrarnos con esta explicación. Si no es en los Evangelios, ¿dónde podríamos encontrarlas?
Habermas saca un recurso ya usado: si se hubieran confundido de tumba, los romanos habrían sacado el cuerpo para enseñárselo a todos, el cristianismo habría recibido un duro golpe que bien podría haberlo disuelto para siempre y sus críticos de los siglos posteriores recogerían este acontecimiento. Ya expuse de los problemas de este argumento en el anterior artículo, a la hora de hablar sobre lo que él denominó “el factor Jerusalén”, así que no me repetiré.
Dando un resumen corto: probablemente los romanos ni siquiera llegasen a saber de esta creencia (al menos no en sus inicios); si la conociesen, probablemente ni siquiera le diesen la importancia que requeriría para intentar refutarla exhumando un cadáver; si la conociesen y le diesen tal importancia, la reacción esperable no sería sacar un cadáver para ganar un debate público, sino la mera persecución violenta; incluso si se les ocurriese la idea de sacar el cadáver, no podrían hacerlo porque seguramente no tendrían ningún cadáver reconocible que sacar; finalmente, podrían haberlo hecho y hoy no lo sabríamos, simplemente porque los cristianos no nos habrían trasladado esa historia, y los primeros críticos del cristianismo de los que tenemos constancia habrían sido tan ignorantes de ese hecho como lo somos nosotros, por los mismos motivos por los que lo somos nosotros.
Sí es cierto que esta falta de pruebas directas nos impide dar a esta explicación una categoría mayor que la de mera especulación, y por supuesto hace imposible darlo por un hecho histórico confirmado. Pero aquí no estamos buscando eso, sino meramente si es una alternativa verosímil y, en última instancia, si es más probable que la alternativa presentada. En este sentido no se puede objetar nada, que si no encuentras algo es porque no has buscado donde estaba no es ninguna excentricidad, sino que es lo primero que cualquiera plantearía, antes que pensar que lo buscado cobró vida y se marchó por su propio pie.
Además, como ya he comentado anteriormente, encontramos más elementos en el relato bíblico que, de dar por veraces, parecen apuntar en esta dirección. Como ya expliqué en el artículo anterior, es verosímil pensar que el sanedrín querría dar un entierro a los crucificados, pero no lo parece tanto que uno de sus miembros coloque al crucificado en su tumba familiar, sino que eso es algo que debe ser explicado. Uniendo a eso la cercanía del Sabat, nos encontramos de forma bastante natural con la idea de que ese fuera un lugar temporal para el cuerpo por las prisas que impedirían hacer las cosas de forma apropiada, esperando reubicarlo cuando el Sabat pasase.
El que ofrezca una hipótesis alternativa deberá, o bien explicar esos elementos extraños, o bien por qué su hipótesis es tan potente que debe ser priorizada incluso aunque no encaje tan bien con ellos. En mi caso la respuesta está en no dar veracidad a los relatos de los Evangelios, en el de Habermas está en asumir que José de Arimatea colocó a Jesús en su tumba familiar porque era su discípulo y quería darle un entierro con todos los honores. Ya expliqué en mi último artículo por qué esa idea no me parece verosímil, entre otras cosas porque tratar así el cuerpo de alguien que acaba de ser ejecutado por agitación política y religiosa sería revelarse como uno de sus seguidores, y por tanto asumir un riesgo casi suicida.
Se crea o no en esta hipótesis (yo no lo hago), está claro que los Evangelios apuntan indirectamente hacia ella, por lo que sí que podríamos decir que tenemos fuentes que la favorezcan sobre otras.
Que la evidencia nos dice que la localización de la tumba debía ser conocida
Dice Habermas que la tumba debía ser un lugar conocido, porque era la de José de Arimatea, que era un respetado miembro del Sanedrín. Dice que si el cuerpo no hubiera sido colocado ahí realmente, entonces José de Arimatea lo habría negado y los posteriores críticos del cristianismo recogerían esa negación en sus críticas.
Una vez más, parece que Habermas pretende pintar al siglo I como una era de la información, en la que todos estarían interconectados y cualquier mentira sería rápidamente desmentida y el desmentido se propagaría a los cuatro vientos18. Lo cierto es que si esta historia es una invención, es posible que José de Arimatea ni siquiera sea una figura real, y si lo fuese es probable que ya estuviese muerto para cuando se crease, y si no estuviese muerto es probable que ni siquiera llegase a saber lo que se estaba diciendo de él, e incluso aunque lo escuchase es muy probable que no respondiese de ninguna forma, y si hubiese respondido es seguro que ningún crítico del cristianismo del que tengamos registros podría llegar a haber conocido este hecho. Por supuesto, si la hipótesis defendida fuera la de la reubicación del cuerpo, podéis saltaros las dos primeras frases de la enumeración y quedaros con las siguientes.
La hipótesis de la muerte aparente19
En el anterior artículo hablé sobre la posibilidad de que Jesús no hubiera muerto en la crucifixión, sino que hubiera sobrevivido a esta a pesar de haber sido dado por muerto. Teniendo esto como posible, cabría preguntarse ¿podría esto de alguna forma dar origen a los hechos mínimos que Habermas menciona? Parece que sí: un Jesús vivo podría salir de la tumba por su propio pie, encontrarse con sus discípulos en lo que se interpretaría como sus apariciones postmorten, y de esta forma dar origen a la creencia de su resurrección.
Habermas trata de refutar esta hipótesis con tres respuestas, pero dos de ellas ya han sido respondidas: que es imposible que sobreviviera y que no explica la conversión de Pablo. Para no repetirme, responderé solo a la restante.
Su tercera objeción es una muy popular desde que hace más de un siglo la enunciase David Strauss: que la imagen de Jesús tras haber sobrevivido a estos acontecimientos sería lamentable, y por tanto incapaz de despertar el fervor religioso de sus seguidores. A pesar de su éxito, esa asunción me parece completamente injustificada.
Da igual el estado físico en el que Jesús apareciera ante sus seguidores, lo que estos verían sería al líder de su secta, que posiblemente ya antes sería tomado por ellos como una figura sobrehumana, presentándose ante ellos después de que lo tomaran por muerto. En ese contexto, que atribuyan la reaparición a un evento sobrenatural creo que es lo más esperable, independientemente del estado físico.
No deja de ser curioso ver esta objeción por parte de apologetas cristianos, siendo que son ellos mismos quienes se regodean en el sufrimiento y el padecimiento físico de Jesús, que no les parece que rebaje en modo alguno su divinidad, sino incluso todo lo contrario. Ni siquiera la lamentación en Getsemaní en la que Jesús ruega a Dios que le salve de ese destino les hace replantear su visión, sino que la interpretan como una manifestación de su naturaleza humana, simultánea a la divina. Si los cristianos actuales pueden racionalizarlo ¿por qué no podrían hacerlo los primeros cristianos con eventos similares, como lo sería su líder presentándose ante ellos vivo después de que lo diesen por muerto, aunque lo hiciese gravemente herido?
Por poner un ejemplo distinto: los miembros de la Iglesia Fundamentalista de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días no dudó de la omnisciencia de su líder, Rulon Jeffs, ni siquiera cuando este se vio afectado por la demencia, igual que no dudaron de su inmortalidad ni siquiera cuando murió. Del mismo modo, hoy la Iglesia continúa teniendo adeptos fieles a su sucesor, Warren Jeffs, a pesar de que después de que este fuera detenido se revelasen los excesos de los que disfrutaba con el dinero que exigía a la Iglesia, o que él mismo admitiese que era un fraude desde la cárcel20. Los miembros de una secta, si esta tiene un fuerte componente de culto al líder, no tendrán problemas en ignorar todo aquello que de una mala imagen de él y enfatizar solo las cosas que le ensalcen.
Pero supongamos por un momento que un Jesús convaleciente por la crucifixión no pudiese convencer a los discípulos de la resurrección, pues a pesar de eso el argumento sería fallido, porque no podemos asumir que cuando Jesús se presentase a sus discípulos estuviese en ese estado. Para que tuviese éxito deberíamos pensar que Jesús se encontró con los discípulos inmediatamente o poco después de su autorresucitación, sin tiempo para curarse de sus lesiones, pero ese plazo no se encuentra entre los hechos mínimos.
Si ahondamos en el relato de los Evangelios, incluso tenemos motivos para pensar que sí habría pasado ese periodo de tiempo que habría permitido a Jesús recuperarse. Si leemos el final del Evangelio de Marcos, el más temprano de todos, este parece sugerirnos que estos primeros encuentros de los discípulos con el Jesús resucitado se darían en Galilea, algo que se dice explícitamente en el Evangelio de Mateo21, lo que solo por el viaje ya implicaría varios días de retardo, a lo que habría que añadir los aproximadamente 3 días que tardarían las mujeres en haber encontrado la tumba vacía. Con estos datos, parece que habría pasado al menos una semana hasta el primer encuentro, tal vez más, posiblemente suficiente para recuperarse de sus heridas o al menos estar presentable.
La hipótesis de la alucinación22
El propio Habermas admite que las alucinaciones son un fenómeno relativamente frecuente, especialmente tras la muerte de un ser querido. De hecho, aunque la evidencia al respecto es muy limitada, la prevalencia de este fenómeno parece estar como mínimo en los dobles dígitos23. También nos menciona el estrés y la falta de sueño como causas de alucinaciones, mencionándonos el caso de los Navy Seals, de quienes dice que más del 75% sufre alucinaciones durante una semana de entrenamiento intensivo conocida como "Hells Week". No solo eso, sino que además avanza la posibilidad del uso de psicoactivos que provoquen esas alucinaciones en aquella época.
Teniendo en cuenta todo lo anterior ¿Qué problema tendría en aceptar que este fuera el caso? veamos.
La imposibilidad de alucinaciones colectivas
En 1 Corintios 15:5-8 Pablo menciona tres apariciones de Jesús a grupos de personas: una a los doce, una frente a más de 500 personas, y una a todos los apóstoles. De acuerdo con Habermas, es imposible explicar estas tres apariciones mediante alucinaciones, ya que las alucinaciones colectivas son una imposibilidad.
A qué se refiere con esto ¿a que es imposible (aunque sea estadísticamente) que nos encontremos a más de una persona alucinando al mismo tiempo? no parece ser ese el caso, ya que su propio relato del entrenamiento de los Navy Seals que él aporta incluye alucinaciones simultáneas.
¿Se referirá a que dos personas no pueden tener alucinaciones con la misma temática? eso contradeciría lo dicho anteriormente sobre la prevalencia de alucinaciones sobre seres queridos fallecidos, ya que si esta es tan grande es obvio que será relativamente frecuente el que más de una persona alucine con el mismo muerto. Además, es un fenómeno observado en múltiples ocasiones el de que una persona induzca a otra a tener sus mismas alucinaciones24. Uniendo estos factores a la situación de estrés y privación del sueño a la que es posible que estuviesen sometidos en ese momento los discípulos, no parece algo descabellado el pensar que varias personas pudieran a la vez haber tenido alucinaciones sobre Jesús.
Incluso la propia Iglesia Católica admite esta posibilidad y la usa para negar la veracidad de ciertas apariciones marianas, como es el caso de las del Palmar de Troya, que incluye una visión presenciada por cuatro niñas simultáneamente, y que fue despachada como un caso de "histeria colectiva de tipo supersticioso”25. Más fácil lo tendrán ciertas ramas de protestantes, que suelen mostrar desprecio por el marianismo católico.
Entonces ¿a qué se refiere cuando dice eso? Habermas nos ofrece un ejemplo bastante revelador al respecto, veámoslo:
Supongamos que un grupo de veinte personas está navegando por el Océano Atlántico cuando el barco se hunde. Tras flotar en el océano durante tres días sin dormir, sin comida y sin agua, y con el mayor deseo de ser rescatado, un miembro apunta a un gran barco en el horizonte que está alucinando. ¿Lo verán los otros? Probablementeno, ya que las alucinaciones son experimentadas solo en la mente del individuo. Sin embargo, supongamos que los tres otros del grupo están tan desesperados por el rescate que sus mentes les engañan para hacerles creer que también están viendo el barco. Según este barco imaginario se aproxima ¿verán el mismo número de casco? si lo hacen, es momento de que el grupo empiece a gritar a todo pulmón, porque ese barco es real.
Esta parece ser una respuesta a una crítica que Richard Carrier dedicó a una de sus anteriores obras, en la que aporta el ejemplo del naufragio como un escenario en el que sería probable ver alucinaciones compartidas, tomándolo de una entrada de la Enciclopedia Británica sobre el tema26. Habermas responde diciendo "bueno, tal vez los tres vean un barco, pero no verán exactamente el mismo barco", y por ese motivo no lo acepta como ejemplo de alucinación colectiva. Parece ser que lo único que le valdría es una transmisión telepática al grupo de todos los estímulos visuales ficticios que cada uno está sintiendo, algo evidentemente absurdo, pero que no es más que un muñeco de paja.
Nadie está diciendo que todo el mundo pueda ver exactamente lo mismo, que perciban a Jesús en exactamente el mismo lugar, con los mismos movimientos, diciendo lo mismo, con el mismo número de pelos en la cabeza y exactamente las mismas dobleces en su ropa. Pero es que eso no es necesario, porque no tenemos ninguna indicación de que haya sido así.
Pablo no nos da ni el más mínimo detalle de en qué consistieron dichas apariciones ¿por qué deberíamos suponer que durante estas los discípulos mantendrían una comunicación tan fluida y profunda, unida a una capacidad analítica y crítica tal como para detectar las diferencias entre sus distintas alucinaciones? Siguiendo con el ejemplo del barco, ¿cuál es la probabilidad de que el diferente número de casco les alertase de la realidad? Cercana a 0. En dicho ejemplo, uno bien podría estar viendo un petrolero, otro un portaaviones y otro un velero, y precisamente porque esa transmisión telepática que Habermas exige no existe, no se darían cuenta. Incluso si después comentaran lo sucedido y tocasen cuestiones que hubiesen percibido de forma distinta, es probable que racionalizasen sus distintas posturas y acabasen fusionándolas, generando recuerdos falsos pero armonizados de la situación27.
Lo cierto es que el caso de las apariciones de Jesús no son algo excepcional sino que, influenciados por los factores que hemos mencionado, nos encontramos con multitud de relatos de apariciones de muertos ante multitud de testigos28. Fuera de aquellos con fuerte componente religioso, como es el de la resurrección o las apariciones marianas, donde millones de personas ajenas al caso se sienten prácticamente obligadas a creer en su veracidad, no suele ser tema polémico despecharlos atribuyéndolos a fenómenos psicológicos. Es lícito que esa motivación religiosa lleve al cristiano a tratar este caso de forma distinta, pero no lo es en el contexto de un debate en el que intentas usarlo como prueba para convencerme de que tu religión es la real.
La incertidumbre
He hablado de las posibilidades de que varias personas compartan alucinaciones pero ¿es siquiera necesario? Recordemos lo que acabo de decir hace un momento sobre las apariciones mencionadas por Pablo: no nos da ni el más mínimo detalle sobre ellas. Todo lo que nos dice Pablo es: “que se apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales vive todavía, otros han muerto; después se apareció a Santiago, más tarde a todos los apóstoles; por último, como a un aborto, se me apareció también a mí”. Ya está, no nos dice nada más que eso.
Tomemos la aparición ante los quinientos, la única que parecería imposible de explicar con lo dicho hasta ahora, debido la gran cantidad de testigos. ¿Quiénes son esos 500? ¿Eran todos fervientes cristianos o había entre ellos paganos u otro tipo de judíos? ¿Dónde fue? ¿El lugar permitía a una audiencia de tal tamaño centrar su atención en una única persona y escucharla? si es así ¿es que estaban reunidos esperando precisamente dicha aparición, o tal vez lo estaban para escuchar la predicación de uno de sus compañeros, encontrándoles la aparición por sorpresa? Si no es así ¿es que Jesús fue caminando entre ellos para que todos lo pudieran ver, o tal vez se presentó levitando sobre sus cabezas o de alguna otra forma que permitiera a todos notar su presencia? En cualquier caso ¿por qué estaban reunidos si no es por alguno de los dos motivos dichos? ¿Confirmó de alguna forma su identidad como se nos dice que hizo en algunos pasajes de los Evangelios? ¿Dijo algo? si es así ¿el qué? ¿Todos los presentes vieron a Jesús, o hubo entre ellos alguno que no pudiese hacerlo? entre los que lo vieran, fueran todos ellos o no ¿dieron un relato coherente de sus visiones, o hubo distintas personas o grupos de personas que afirmasen haber visto la aparición de forma distinta?
Sin tener la respuesta a ninguna de esas preguntas, ni a ninguna otra que se nos ocurra plantear, parece imposible tratar este tema desde nada que no sea la más pura especulación. Como no tenemos otra opción, especulemos:
Supongamos que, tiempo después de las primeras apariciones y de haberse convencido de la resurrección, y por tanto en un momento de recuperación y renovado fervor religioso, se vuelven a organizar reuniones en las que los nuevos líderes de esta secta predican a sus seguidores. En una especialmente numerosa, tal vez reuniendo a todos o la mayoría de los miembros restantes, y estando la multitud enardecida, un pájaro se posa frente a Pedro mientras este daba su discurso. Como le ocurrió a Nicolás Maduro con Hugo Chávez, Pedro piensa que ese pájaro es una manifestación del propio Jesús, y una alucinación auditiva le lleva a pasarle a la multitud el mensaje que cree que está recibiendo de él. Las quinientas personas ahí reunidas (a ojo de buen cubero) no tienen problemas en creer que eso es lo ocurrido y en contar con orgullo la vez que estuvieron presentes cuando Jesús se les apareció, incluyendo a Pablo en esa anécdota, que pudo haber o no conocido de los detalles de la aparición cuando decide hablarle de ella a los corintios.
Puede que no coincida con la visión que el cristiano medio tendrá de la aparición a los 500, pero es que esa visión se apoya en lo mismo que la mía: nada. Este es solo un ejemplo muy específico para que el lector pueda visualizarlo bien, pero son innumerables los escenarios que podrían plantearse ciñéndonos a las pocas restricciones que me he impuesto: que el detonante del evento sea una alucinación y que este pueda ser descrito como “se apareció a más de quinientos hermanos juntos”. ¿Creo que algunos de esos innumerables hipotéticos es el real? tal vez, pero lo más probable es que no. Esto, sin embargo, no resulta un fracaso, ya que en ese “lo más probable es que no” juzgo una probabilidad todavía mayor a la de la alternativa contra la que estoy escribiendo: la resurrección.
Posteriormente explicaré que la hipótesis que veo más probable para el caso de los 500 no es la de las alucinaciones, sino la de la pareoidolia, pero esto no deberían tomarse en modo alguno como un ataque contra la hipótesis de las alucinaciones. Debemos recordar que, como me esmeré en repetir ante las recurrentes críticas de Habermas de que tal o cuál hipótesis no explicaba tal o cuál suceso, que nada nos obliga a usar la misma hipótesis para explicar eventos distintos. Por lo tanto, si existen otras opciones más convincentes para explicar la aparición de los quinientos, esto no disminuiría la validez de la hipótesis de las alucinaciones en relación con otras apariciones.
Que no explican la tumba vacía
Las respuestas a este punto ya están dadas: que no ha probado la veracidad de la historia de la tumba mínima, cuya inclusión entre los hechos mínimos está absolutamente injustificada; y que incluso si la aceptásemos, nada nos impide darle una explicación distinta que a las apariciones, como las que hemos dado al inicio del artículo, porque son dos hechos fundamentalmente distintos.
Lo único que podrían objetar a la segunda respuesta (nada hay que objetar a la primera) es que la necesidad de juntar dos justificaciones causalmente inconexas lo vuelve bastante menos probable. Uno no tendrá problemas en creer que alguien llega tarde al trabajo porque tuvo una avería en su vehículo o que lo hace porque alguna emergencia le obligó a interrumpir el camino, pero probablemente dudásemos de las excusas si se diesen en días consecutivos.
No obstante ¿realmente están causalmente desconectadas las alucinaciones y la tumba vacía? creo que no, que simplemente hay que invertir la causalidad que Habermas niega. Las alucinaciones pueden no explicar el encuentro de la tumba vacía, pero el encuentro de la tumba vacía bien podría hacerles tener expectativas de su resurrección, imbuyéndose en un estado más que propicio para las alucinaciones y para su interpretación.
Que no explican la aparición a Pablo
Dice Habermas que, dado que Pablo nunca fue parte de los seguidores de Jesús y por tanto no estaba en ese momento en el proceso de duelo que hace tan comunes las alucinaciones, esta hipótesis no explicaría satisfactoriamente su experiencia.
Aquí debemos recordar lo dicho anteriormente: la aparición a Pablo no guarda relación con la resurrección de Jesús. Precisamente porque Pablo no era parte de los seguidores de Jesús, sino alguien que nunca llegó a conocerle en vida y que creyó verlo tras su muerte hasta años después de esta y de su supuesta ascensión, es que su visión no tiene nada que ver con la resurrección. No hay diferencia entre presentarme la experiencia de Pablo y presentarme la de cualquier persona del siglo XXI, ambas están desconectadas del tema a debate.
Supongamos, sin embargo, que Habermas quiere plantear esto como una prueba indirecta. Pensemos que lo que sugiere es que, aunque no tenga relación directa con la resurrección, es al fin y al cabo un hecho milagroso enmarcado dentro del cristianismo, con lo que serviría como prueba de esta religión y, por lo tanto, en última instancia lo sería también de la resurrección (ignorando que la resurrección era lo que estábamos usando como paso intermedio para probar el cristianismo).
Para que esto funcione, debe haber algún elemento que haga del carácter milagroso de la experiencia de Pablo algo especialmente evidente, pero el único que se señala es que Pablo no era cristiano ni lamentaba la muerte de Jesús antes de lo que le ocurriese. ¿Es esto algo tan inaudito en la historia de la humanidad como para calificarlo como un milagro? para nada, es algo suficientemente habitual como para que los psicólogos lo clasifiquen como una de las causas tipo de conversión religiosa29, algo que evidentemente no está limitado a los conversos al cristianismo. Por dar un ejemplo: en una serie de entrevistas a 70 personas que se convirtieron al islám, 10 lo hicieron por ese tipo de experiencias30, ¿cree Habermas que la única explicación a este hecho es Alá interviniendo en sus vidas? obviamente no.
Que no explica la conversión de Santiago
Dice Habermas que “Aunque no tenemos tanta información sobre Santiago y su estado de ánimo tras la muerte de Jesús como la que tenemos de Pablo, nada nos indica que haya sentido dolor por la muerte de su hermano”. ¿Cómo que no? claro que hay algo que nos indica que habría sentido dolor por su muerte: ¡que era su hermano!
Aunque asumiésemos que Santiago no creyó en la actividad religiosa de su hermano hasta que este se le apareció, una idea que me he esforzado en desmentir en el artículo previo, no dejaba de ser su hermano. Incluso ciñéndonos a los pasajes que usan para alegar que los hermanos de Jesús no creían en él, estos nos dicen que como mínimo seguían manteniendo el esperable amor fraternal y preocupándose por él31.
No veo ningún elemento por el que el hecho de que Santiago tuviese alucinaciones sobre su hermano recientemente fallecido de forma traumática fueran algo demasiado inverosímil, ni siquiera aunque creyésemos que no comulgaba con sus ideas religiosas. Teniendo la alucinación, solo tenemos que añadir las ideas sectarias que tanto su hermano en vida como sus discípulos tras su muerte se habrían esforzado en hacerle entender para ver que no sería nada descabellado que a esa alucinación le diese una explicación sobrenatural, y que con esta decidiera unirse al grupo de cristianos.
Que tenemos demasiados incidentes
Pone un ejemplo para ilustrar su caso: dice que si la policía recibiera un grupo de Boy Scouts fuera a la policía a reportar un avistamiento de un OVNI, para encontrarse con la noticia por parte del sargento de que esa semana ha recibido muchas más llamadas sobre ese mismo tema. De ser así, uno podría pensar que lo que vieron no es necesariamente una nave espacial, pero definitivamente vieron algo.
El primer problema de esta analogía que los Boy Scouts se encontrasen esa noticia por primera vez al llegar a comisaría. En ese caso es probable que pensase que, como dice Habermas, algún evento real está causando esto, pero no pensaría lo mismo si eliminamos dicha condición. Tan solo necesito comunicación entre los que realizaron los distintos avistamientos, ya sea directa o a través de otras personas como puede ser la prensa, para pensar que el detonante de las subsiguientes no es más que la noticia de las primeras. Esta podría ser analogía más adecuada con la resurrección, donde es probable que todos recibiesen la noticia de la aparición a Pedro.
La segunda es: ¿Realmente hubo tantas apariciones? si vamos a la lista que nos da Pablo en 1 Cor 15:5-8, las apariciones de Jesús son cinco. Si pensamos que la suma de familiares cercanos y seguidores acérrimos de Jesús en el momento de su muerte estaría en el orden de los cientos, y asumiendo que el porcentaje de estos que tendrían alucinaciones sería similar a la media de la población actual del primer mundo (algo que a buen seguro lo minusvalora enormemente), la esperanza matemática nos daría unas decenas de apariciones. No hay nada de especial en este caso más allá de la interpretación que le dieron debido a su contexto religioso.
Para poder apoyar esta réplica, Habermas se ve obligado a acudir a las apariciones relatadas en los Evangelios y al libro de los Hechos, que hasta ahora ha ignorado en favor de las enumeradas por Pablo. El motivo por el que las ha ignorado hasta ahora es evidente: ningún escéptico, aquellos a los que se supone que está apelando, considerará las apariciones relatadas en los Evangelios y sus detalles como algo creíble. Esto no quiere decir que todo lo que nos dicen al respecto sea pura invención, tal vez tengan un poso de historicidad en algún lugar, pero el desarrollo legendario al que han sido sometidos hasta llegar a nuestras Biblias es tal que es imposible sacar ninguna conclusión a partir de ellos. Esta es, de hecho, la conclusión de Mike Licona, el coautor del libro que he estado tomando como referencia en esta crítica32.
La hipótesis del extraterrestre33
De acuerdo con esta hipótesis, todo lo visto anteriormente se explicaría como alguna clase de experimento psicológico o una broma puesta en marcha por algún grupo de extraterrestres de una civilización enormemente avanzada tecnológicamente.
Para refutar este argumento, Habermas hace unos cálculos para llegar a la conclusión de que la probabilidad de que un planeta albergue vida es de 10^(-25), con lo que teniendo en cuenta que el número total de planetas que estima en la galaxia es de alrededor de 10^19, la probabilidad de que un planeta tenga vida en la galaxia sería prácticamente 0.
¿Están bien calculadas estas probabilidades? Sin necesidad de acudir a sus fuentes, solo con lo poco que él mismo desarrolla, ya podemos ver que hay algo raro en ellas. Dice que “las constantes requeridas requeridas para las propias relaciones estrella-planeta eliminarían el 99,9% de todos los potenciales planetas” pero ¿qué quiere decir esto? Es imposible que eliminemos a ningún planeta de la lista por “las constantes requeridas para las relaciones estrella-planeta” porque ¡todos los planetas orbitan estrellas por definición!
Según dice Habermas, estos números los saca de Hugh Ross (aunque no termino de entender por qué no coinciden en nada), conocido astrofísico dedicado principalmente a la difusión del creacionismo, en una obra en la que trata de defender el argumento del ajuste fino a favor de la existencia de Dios34. El problema es que Habermas no entiende que es lo que está haciendo Ross, que no es buscar la probabilidad de que nuestra galaxia contenga vida extraterrestre sino la probabilidad de que un universo aleatorio contenga planetas con vida35. Es por eso por lo que incluye incluso cuestiones como la constante de gravitación universal o la velocidad de la luz, aunque tiene suficiente criterio como para no entrar a cuantificar sus probabilidades.
Las cifras que aporta Ross son las siguientes:
No sé de donde saca Habermas el 10^(-25), ya que el resultado de esta multiplicación es 4*10^(-70) y el que Ross deja escrito es 10^(-69), bastante más favorables a sus intereses. Sobre el 99,9% del que habla, supongo que será el resultado de la multiplicación de los tres primeros elementos.
Independientemente de como haya extraído Habermas sus cifras de esta fuente, los problemas de la tabla son tantos como sus entradas. Se supone que con esta tabla intenta calcular la probabilidad de que aparezca la vida, pero el nº 51 es la cantidad de incendios forestales ¡lo que ya implica la existencia de vida!
Además, como digo, incluye cuestiones relativas a las características de la galaxia (1, 2, 3, 17), cuya probabilidad en nuestro caso es de 1, porque ya sabemos que en nuestra galaxia puede haber vida. Otras hablan de la proporción de océanos y continentes, cuando sabemos que esto da igual porque durante millones de años la vida existió solo en el agua (30, 31, 32); ni siquiera entiendo el sentido de la 32, su explicación es que “si hubiera demasiados en el hemisferio sur, las diferencias estacionales serían demasiado grandes”, que otro interprete estas palabras porque yo no soy capaz. Otros se refieren a eventos o circunstancias específicas de la Tierra, lo que no tiene sentido aplicar a otros planetas (34, 35, 37, 38). Otros se refieren a la posibilidad de que se formen o no planetas o estrellas, cuando el número de planetas es una cifra que también viene dada y es con lo que estamos comparando la probabilidad final (6, 7)36. En general, al igual que otros intentos que he visto sobre el ajuste fino, peca de asumir en todo momento que la vida debe ser como la muy concreta vida que surgió de un único árbol evolutivo en unas condiciones concretas en nuestro planeta (ej: ¿es necesario oxígeno para la vida? tal vez ¿pero cómo lo sabe?).
Estos son algunos de los problemas que encuentro de un vistazo, estoy seguro de que encontraría muchos más si le dedicase algo de trabajo, especialmente si entrase a investigar de donde saca las cifras37, pero eso es un trabajo que no estoy dispuesto a hacer ahora mismo. Dejémoslo en que, si lo que pretende es convencerme de la imposibilidad de vida extraterrestre, tendrá que presentar unos cálculos menos chapuceros.
Por qué esta hipótesis
La pregunta importante es ¿es esto realmente lo que ocurrió? ¡por supuesto que no! esta es una hipótesis completamente estúpida. Pero aún así, no la veo más improbable que la hipótesis de la resurrección.Al menos es una que no nos pide violar milagrosamente las leyes de la naturaleza, sino a lo sumo imaginar una civilización que se sobrepone de formas más o menos inverosímiles a las limitaciones que estas les imponen y cuyas motivaciones son del todo absurda, aunque no más que la que el cristianismo suele dar a la muerte y resurrección de Jesús.
Al contrario que las resurrecciones, de las que solo tendremos un puñado de casos en toda la historia, probablemente no más de unos cientos, tendremos al menos decenas de miles de avistamientos de OVNIS, de seres extraterrestres, abducciones, y todo tipo de perrerías que supuestamente los aliens practicarían a todo tipo de personas que atestiguan ello. Obviamente todos estos testimonios son falsos, pero eso solo lo sabemos por lo que menciono en el párrafo anterior, algo que se da mucho más acentuado en el caso de la resurrección. Sin duda Habermas pasaría un mal rato si intentase negar esos testimonios con los criterios tan poco escépticos que aplica a la resurrección de Jesús.
La hipótesis coránica38
Llevando un paso más allá lo que acabamos de decir ¿qué hay de darle una explicación igualmente milagrosa? Eso es lo que se hace en el Corán 4:157-158, que asegura que todos creyeron que Jesús murió en la cruz, pero en realidad Alá se lo llevó antes de que eso ocurriera.
A esto Habermas da dos respuestas: la primera que los discípulos creyeron sinceramente que Jesús murió en la cruz, pero eso en nada nos contradice los versículos mencionados del corán que afirman que eso es lo que la gente creyó ver; la segunda es que el Corán es una fuente del siglo VII y por tanto no resulta fiable a no ser que consideremos que es inspirada, algo que no necesitamos asumir para los Evangelios, pero eso es irrelevante porque el caso es que presenta una explicación alternativa a la resurrección que lo que hace es precisamente explicar por qué los Evangelios dicen lo que dicen.
¿Es esta hipótesis más improbable que la de la resurrección? Tal vez, aunque no sé muy bien como valorar eso. ¿Es mucho más improbable, tanto como para despreciarla por completo en su favor? no veo por qué.
Esto mismo podría extenderse a cualquier otra explicación sobrenatural, como por ejemplo, que Jesús fuera un vampiro divirtiéndose al usar sus poderes, entre los que estaría la inmortalidad, para crear una secta. ¿Es esto posible? Evidentemente no, pero tampoco lo es la resurrección.
La hipótesis de los falsos recuerdos
Entramos por primera vez en un terreno no tocado por Habermas, el de la posibilidad de que la convicción de haber visto a Jesús se hubiese formado no ya por una alucinación o algún otro tipo de experiencia que pudiesen haber malinterpretado, sino sin experiencia alguna. Es conocido por todos que nuestra memoria es falible, pero a lo que la gente no suele dar importancia es a que muchas veces sus fallos no vienen por el olvido, sino por la creación de falsos recuerdos, y es eso lo que creo que puede estar detrás de muchas historias del cristianismo.
Los falsos recuerdos no son solo algo que ocurre, sino que pueden ser provocados, como ya vimos anteriormente al hablar de los errores que pueden cometer los testigos de un acontecimiento cuando se les deja compartir sus versiones39. Esto no solo abarca la distorsión de eventos realmente vividos, sino que es posible implantar en alguien un recuerdo completamente nuevo, como concluyó un clásico estudio de de 199540. En este estudio se contó con 24 sujetos a los que se les presentó cuatro historias que habrían vivido con un familiar cercano, que es el que le suministraría la información a los investigadores, con la salvedad de que una de ellas, la de un día en el que se habría perdido en un centro comercial cuando era un niño, era falsa. De los 24 participantes, 6 lograron "recordar" dicho evento, con más claridad todavía en una segunda entrevista concertada para una o dos semanas después de la primera.
Este mismo estudio ha sido replicado recientemente con una muestra algo mayor (n=123), logrando implantar ese recuerdo en un 35% de los participantes41. Con distintos recuerdos y distintas metodologías, otras decenas de artículos han sido publicados desde el seminal de Loftus, llegando generalmente a conclusiones similares42.
Parece que esto ocurre con relativa facilidad en cuestiones banales como perderse en un supermercado cuando eras niño ¿pero puede ocurrir en otras más importantes, como presenciar un milagro? Sin duda, y de hecho uno de los principales ámbitos de estudio de esta materia es el de los testigos de crímenes43. También podemos tener falsos recuerdos de cuestiones más inverosímiles que un crimen, como es el caso de las abducciones extraterrestres44.
¿Podría ser este el origen de algunas de las apariciones de Jesús? No veo por qué no, y si pensamos que lo que nos cuentan los Evangelios al respecto tiene un poso de historicidad, estos incluso parecerían apuntarnos en esta dirección. El ejemplo más claro de lo que parece ser un falso recuerdo es la predicción de Jesús de su propia resurrección, sobre la que en Marcos 9:32 y Lucas 18:34 se nos dice que los discípulos, ante lo que es una clara predicción de su muerte y resurrección por parte de Jesús, son incapaces de entenderlo o incluso que su significado les fue oculto45, cogiéndoles la resurrección de sorpresa para solo después recordar que había sido predicho por él (Lc 24:8)46. Lo mismo nos encontramos en Lc 24:13-31, la aparición a los discípulos de Emaús, en la que no son capaces de reconocerlo a pesar de compartir con él viaje y conversación, dándose cuenta de su identidad solo en el momento en que este desaparece.
La hipótesis de la mentira
Hablé sobre la posibilidad de un fraude piadoso en la discusión sobre el posible robo del cuerpo de Jesús por parte de los discípulos. Mutatis mutandis, todo ello es aplicable a las apariciones. Ni siquiera es necesario plantear el fraude piadoso para pensar que muchas de las apariciones pudieron surgir de mentiras, ya que hay muchos otros motivos para mentir que podrían ser aplicables a este caso, como puede ser la búsqueda de estatus o de atención.
Supongo que, en caso de que le presentase esta idea a Habermas, además de los habituales cambios de tema (no explica la conversión de Pablo y de Santiago ni la tumba vacía) alegaría que no puede ser el caso porque, al morir por la causa, debían estar diciendo la verdad. En dicho caso, me limitaría a remitirme a lo dicho sobre el argumento del martirio en el apartado sobre el robo del cuerpo.
Tal vez añadiría que el mero riesgo que presentaba la supuesta persecución a los cristianos de la época disuadiría a los mentirosos, pero ese argumento se cae por su propio peso cuando vemos el fenómeno de las falsas confesiones voluntarias de crímenes que se dan para llamar la atención, que en casos famosos pueden llegar a los cientos, y que implican el riesgo de ser condenado a prisión o incluso a la pena de muerte47.
La hipótesis de la pareidolia
Veamos este vídeo (cuidado con el volumen):

En el vídeo vemos un bautismo en un río hondureño, con la peculiaridad de que sobre los protagonistas del vídeo aparecen unas figuras blancas. Tanto la persona que está grabando el vídeo como la multitud que la rodea desde fuera de cámara interpretan que esas figuras son ángeles, rompiendo a gritar en un momento de enorme exaltación religiosa.
El que vea el vídeo sin la predisposición de los presentes sacará una conclusión muy distinta, la de que es evidente que lo que se ve en el vídeo no son ángeles, sino un simple reflejo de las personas que estaban siendo enfocadas. Esto se hace especialmente evidente hacia el final del vídeo, cuando estas se acercan y podemos ver como toman su forma y replican todos sus movimientos de forma mucho más clara.
A pesar de la evidencia, estas imágenes se hicieron virales, con multitud de cristianos aceptándolas como milagrosas a pesar de tener la evidencia ante sus ojos. Esto incluye a los protagonistas, que en ningún momento dudaron de su carácter sobrenatural y cuyo líder defendió esta versión en una entrevista en la televisión hondureña, ante unos entrevistadores que tampoco eran demasiado escépticos.
No tengo dudas de que ese grupo no está mintiendo, de ser así lo que veríamos sería un vídeo editado, y no lo que parece claramente un mero efecto óptico captado de manera fortuita. Esa gente realmente ve ángeles donde los demás vemos reflejos.
Nada extraño hay en ello, no es más que la consecuencia de unas fuertes creencias religiosas que incluye la expectativa de encontrar milagros de forma más o menos frecuente, junto con la retroalimentación del grupo. La primera ve ángeles porque es lo que espera y es lo que desea ver, los demás no pueden más que seguirla cuando esta les contagia su entusiasmo.
No veo ningún motivo por el que no pueda ser eso lo sucedido en algunos de los casos de apariciones de Jesús, especialmente en la de los 500. Es posible que estuviesen reunidos por convocatoria de alguno de sus líderes, como podría ser Pedro, esperando desde un inicio una aparición de Jesús. Con una muchedumbre de fanáticos religiosos esperando un milagro, no es especialmente difícil que, como los del vídeo de arriba, acaben viéndolo donde puedan.
¿Qué fue exactamente lo que vieron? nadie lo sabe: tal vez algún efecto óptico o meteorológico, tal vez viesen a alguien en la lejanía que les recordase a Jesús y lo tomasen por él, tal vez mirasen fijamente al sol hasta quemar sus retinas48… Sin una sola fuente que nos de un solo detalle del acontecimiento, resulta imposible especificar más.
Conclusión
Habermas propuso cinco Hechos mínimos para apoyar la resurrección, pero en el anterior artículo vimos que al menos dos de ellos debían ser rechazados. Con esos cinco hechos, Habermas asegura que la única explicación posible sería la resurrección, pero también hemos visto que no es así, y que las respuestas que da a las explicaciones alternativas o bien son falsas o bien son falaces. Su intento fracasa tanto en las premisas como en la deducción.
Dicho esto, uno podría preguntarme ¿y entonces qué fue exactamente lo que pasó? Aquí, al contrario que los cristianos, debo ser más humilde y responder con un simple “no lo sé”. Lo único que puedo hacer es lo que ya he hecho, listar una serie de posibilidades que uno puede coger, mezclar o descartar a su gusto para crear su propia historia, pero sería vano por mi parte ponerme a hacerlo, porque cualquier parecido con la realidad sería pura coincidencia. Es más que probable que ni siquiera sea posible alcanzar la verdad únicamente mediante la combinación de las hipótesis lanzadas hasta ahora.
En este artículo solo he contemplado un puñado de hipótesis naturalistas explicativas de los hechos mínimo que Habermas lista, pero estas están lejos de ser las únicas, y de hecho intentar listar todas sería imposible porque a efectos prácticos son infinitas. Tal vez Jesús tuviese un hermano gemelo, como parece desprenderse de los Hechos de Tomás, y lo confundieran con él después de su muerte; tal vez alguien se hiciese pasar por Jesús, lo que explicaría por qué en tres de las apariciones relatadas en los Evangelios la gente no es capaz de reconocerle en primera instancia; puede que sobornase a los guardas para que le ayudasen a fingir su muerte, lo que explicaría por qué lo habrían bajado de la cruz tan pronto que su muerte resultase una sorpresa… solo es necesario un poco de imaginación para sacar hipótesis sin parar.
Por supuesto, todas ellas son muy improbables (aunque, al menos buena parte, no tanto como la resurrección), pero en el agregado de todas ellas es muy probable que esté la verdad. Al final la historia es una única secuencia de entre incontables secuencias alternativas que nunca ocurrieron, y por tanto el resultado, cuando no tengamos información fiable y precisa que nos permita acotarlo, siempre va a ser improbable.
Dice Habermas que “los hechos son piezas de un puzle que cuando es montado tan solo se parece a la resurrección”49. Siguiendo esa analogía, yo diría que los hechos son tal vez 50 piezas de un puzle de 1.000, que cuando juntamos no tenemos del todo claro si no habremos forzado alguna de más, y que incluso hay quien duda si alguna de las piezas no pertenecerá a otro puzle y se nos habrá colado dentro. Podemos intentar deducir qué habrá tras las pocas formas que seamos capaces de ensamblar, pero hacerlo será casi un juego de azar, y aunque lancemos diez ideas es probable que la correcta sea la undécima.
Solo hay una cosa que tendría clara, y es que el que dice que es parte de una escena pornográfica se equivoca al dejarse llevar por su imaginación calenturienta, porque el puzle es para mayores de 8 años y por lo tanto eso iría contra las leyes.
Gary R. Habermas y Michael R. Licona, The Case for the Resurrection of Jesus (Grand Rapids, Michigan: Kregel Publications, 2004), 84-86.
Para todo esto, véase Bruce Metzger, A Textual Commentary on the Greek New Testament (United Bible Societies, 1985).
Habermas y Licona, Case for the resurrection, 93-97.
Ofreceré más detalle de esto en uno de los siguientes artículos, en el que haré comparación entre el nacimiento del cristianismo y el mormonismo. Por el momento debéis fiaros de mí o investigar por vuestra cuenta.
Su afán por el dinero está presente hasta en su propio nombre, que él mismo reconoce que le da esa connotación monetaria a pesar de que tenga otro origen, pero también en palabras más descaradas como su “a la Iglesia se viene con dos cosas: Biblia y chequera”. Para más información de este y otros telepredicadores latinoamericanos es recomendable el documental de Univisión “los magnates de Dios” https://www.univision.com/especiales/noticias/2018/magnates-de-dios-iglesias-en-latinoamerica-y-estado-unidos-lavado-de-activos-fraude-abusos/, disponible también en youtube sin necesidad de VPN
James Randi, The Faith Healers (James Randi Educational Foundation, 2011), Cap. 9. En youtube podéis ver como usa información que su mujer le da por pinganillo después de que un tercero la recabase para ello, para que así él la pueda usar para aparentar presciencia
Todo esto y más en Bart D. Ehrman, Forgery and Counterforgery: The Use of Literary Deceit in Early Christians Polemics (Nueva York: Oxford University Press, 2013), que también refuta la idea repetida muchas veces de que en la antigüedad era una práctica habitual escribir bajo el nombre de otras personas, que no estaba mal visto ni tenía intenciones espurias.
https://answersingenesis.org/creationism/arguments-to-avoid/nasa-found-joshuas-missing-day/
https://www.ewtn.com/catholicism/library/physician-tells-of-eucharistic-miracle-of-lanciano-1866
Sus disculpas y su resumen de la historia en https://danielbwallace.com/2018/05/23/first-century-mark-fragment-update/
Un ejemplo lo tenemos en el testimonio de Santiago Alarcón, famoso youtuber cristiano convertido muy recientemente al catolicismo, y que en su momento perteneció a este movimiento. En este vídeo cuenta los incentivos que tenían para poner en práctica conocidas técnicas de manipulación de tal forma que puedan decir que estaba haciendo exitosas profecías.
O al menos eso afirman los cristianos. En mi opinión, la resurrección es algo más bien accesorio, siendo lo mollar la muerte que representa el sacrificio expiatorio. No obstante, los cristianos no opinan lo mismo de sus propias creencias y, estén en lo correcto o no, eso es lo importante.
“There are no early and reliable historical accounts to indicate the apostles were given the opportunity of recanting their faith at the moment of their deaths.” Sean McDowell, The Fate of the Apostles: Examining the Martyrdom Accounts of the Closest Followers of Jesus (Dorchester: Ashgate, 2015), 6.
McDowell adopta una posición mucho menos escéptica de la que creo que es saludable, ya que el objetivo explícitamente declarado de su obra es apologético, no es más que servir como apoyo al argumento que estoy debatiendo ahora mismo. No obstante, hace un buen trabajo recopilando las fuentes que tenemos disponibles sobre las muertes de los apóstoles, y por eso sigue siendo una lectura recomendada para el que quiera informarse.
Dale C. Allison, The Resurrection of Jesus: Apologetics, Polemics, History (Londres: T&T Clark, 2021), 341-43.
I.P. Ellis, «But Some Doubted», New Testament Studies 14, n.o 4 (1968): 574-80, https://doi.org/10.1017/S0028688500018853; Ulrich Luz, Matthew 21-28 (Minneapolis: Fortress Press, 2005), 622-23, discute otras posibles alternativas.
Habermas y Licona, Case for the resurrection, 97-98.
Véase las notas 44 y 45 al artículo anterior
Eso no es cierto ni siquiera en la actual era de la información, ya que cualquiera que haya seguido cualquier asunto de actualidad con el mínimo interés sabrá que es bastante habitual encontrarnos con mentiras que se propagan como la pólvora, sin que más que una pequeña minoría de la población sepa que sus protagonistas la han desmentido. Por poner un ejemplo: si uno busca información sobre el accidente que tuvo Fernando Alonso en la pretemporada de 2015, a buen seguro se encontrará con los reportes de su amnesia, pero es improbable que se encuentre con la realidad, que no sufrió amnesia alguna y que ni siquiera llegó a perder la consciencia, a no ser que profundice mucho.
Ni siquiera podemos esperar que los protagonistas lleguen a desmentir lo ocurrido públicamente, bien podría ser que opten por ignorarlo si no les afecta demasiado. Un ejemplo de esto lo tenemos en el caso de Claas Relotius, reportero de Der Spiegel que se dedicó durante años a falsear reportajes. En este fraude nos encontramos, entre otras cosas, con entrevistas falseadas, en algún caso de personas públicas, y estas no desmintieron en ningún momento dichas entrevistas. Si no fuera por la investigación de uno de sus compañeros, hoy probablemente seguiríamos creyéndonos su fraude.
Habermas y Licona, Case for the resurrection, 99-103.
Rachel Dretzin y Grace McNally, Sé dócil: Reza y obedece (Netflix, 2022).
En el de Mateo, si bien el primer encuentro con los discípulos es en Galilea, se incluye un encuentro previo de las mujeres con Jesús en el camino de vuelta de la tumba, pero la omisión de este encuentro tanto en el Evangelio de Marcos como en 1 Corintios 15:5-8 me llevan a dudar de su historicidad, pudiendo incluso ser una invención del evangelista. El principal argumento de quienes creen que debió basarse en alguna tradición anterior (lo que no quiere decir que fuese un hecho histórico) suele basarse en el encuentro análogo de Jn 20:11-18 (ej: Luz, Matthew 21-28, 606.) , pero esta coincidencia puede explicarse por el conocimiento que el autor de Juan podría tener de los sinópticos, véase el trabajo de Frans Neirynck, «John and the Synoptics: the Empty Tomb Stories», New Testament Studies 30, n.o 2 (1984): 161-87, https://doi.org/10.1017/S0028688500013746.
Habermas y Licona, Case for the resurrection, 105-9.
Anna Castelnovo et al., «Post-bereavement hallucinatory experiences: A critical overview of population and clinical studies», Journal of Affective Disorders 186 (2015): 266-74, https://doi.org/10.1016/j.jad.2015.07.032.
Danilo Arnone, Patel Anish, y Giles Ming-Yee Tan, «The nosological significance of Folie à Deux: a review of the literature», Annals of General Psychiatry 5, n.o 11 (2006), https://doi.org/10.1186/1744-859X-5-11.
Puede leerse el comunicado en el Boletín Oficial del Obispado de Salamanca, nº6 (1970): 292-293, https://summa.upsa.es/details.vm?q=id:0000010447&view=main&lang=es
Richard Carrier, «Review of In Defense of Miracles», Internet Infidels, accedido 15 de marzo de 2023, https://infidels.org/library/modern/richard-carrier-indef-4e/.
Maryanne Garry et al., «Eyewitness Memory Following Discussion: Using the MORI Technique With a Western Sample», Applied Cognitive Psychology 22 (2008): 431-39, https://doi.org/10.1002/acp.1376; Hiroshi Ito et al., «Eyewitness Memory Distortion Following Co-Witness Discussion: A Replication of Garry, French, Kinzett, and Mori (2008) in Ten Countries», Journal of Applied Research in Memory and Cognition 8, n.o 1 (2019): 68-77.
En estos dos estudios colocan a grupos de dos personas a los que, mediante imágenes polarizadas, muestran dos vídeos distintos haciéndoles pensar que están viendo el mismo vídeo. Posteriormente, a esos sujetos se les daba cuestionarios con preguntas sobre esos vídeos, permitiéndoles discutir entre ellos mientras cada uno rellenaba su cuestionario. Lo que ocurrió en la gran mayoría de los casos es que ambos participantes incuirían en su cuestionario respuestas erróneas, fruto de su discusión con el otro participante, sin que ni un solo participante se diese cuenta de que la realidad es que vieron cosas distintas.
Allison, Resurrection, 217-21, especialmente la nota 37, y 256-57, hace un gran trabajo recopilando literatura al respecto. En esta recopilación incluye no solo decenas de casos ante varios testigos, sino casos análogos para casi todas las características que afirman los cristianos que presentaron las de Jesús.
John Lofland y Norman Skonovd, «Conversion motifs», Journal for the Scientific Study of Religion 20, n.o 4 (1981): 373-85, https://doi.org/10.2307/1386185, dan una lista de seis causas, entre las que incluyen las «causas místicas», aquellas en las que el converso cree haber vivido una experiencia sobrenatural, poniendo justamente a Pablo como ejemplo.
Ali Kose, Conversion to Islam: A study of native british converts (King’s College London, 1994), 108, https://kclpure.kcl.ac.uk/portal/en/theses/conversion-to-islam--a-study-of-native-british-converts(1d25f982-fc90-49c0-8a3b-dacdffddc178).html.
Si tomamos Mc 3:21, uno de los pasajes que más suelen sacar quienes defienden el escépticismo de Santiago, nos encontramos que la actuación de los hermanos y de la madre de Jesús viene motivada por su preocupación por él. Yéndonos al Evangelio de Juan, cuyo 7:5 es usado para lo mismo, solo tenemos que ir un par de capítulos atrás para ver en Jn 2:12 que se preocupaban por él tanto como para acompañarlo a él y a sus discípulos en viajes de varios días.
“Did other experiences reported by the Gospels occur as well, such as the appearances to the women, Thomas, the Emmaus disciples, and the multiple group appearances reported by the tradition in 1 Corinthians 15:3-7 and John? Where did these experiences occur? Historians may be going beyond what the data warrants in assigning a verdict with much confidence to these questions.” Michael R. Licona, The Resurrection of Jesus: A New Historiographical Approach (Downers Grove, Illinois: InterVarsity Press, 2010), 372. Nótese que incluye entre las dudosas también la aparición a los 500 y a los discípulos, algo que tocaré luego.
Habermas y Licona, Case for the resurrection, 130-31.
Hugh Ross, «Big Bang Model Refined by Fire», en Mere Creation: Science, Faith & Intelligent Design, ed. William A. Dembski (Downers Grove, Illinois: InterVarsity Press, 1998), 363-84.
Para ser justos, el propio Hugh Ross comete ese error. Si uno lee los parámetros que incluye, parece que ora está intentando calcular la probabilidad de que surgiese vida en un universo aleatorio, ora en el nuestro, ora en una galaxia aleatoria, ora nuestra, ora en un planeta aleatorio y ora el planeta Tierra. Su confusión solo se ve superada por la del lector.
No solo se refiere a eso, sino también a los elementos que contendría la estrella o el planeta, pero él mismo dice que en su análisis está también teniendo en cuenta la probabilidad de que surja o no el planeta.
Algo que seguramente ha notado el lector es que todas las cifras son sorprendentemente semejantes, repitiéndose el 0,1 y el 0,01 en 36 de los 57 números. Esto me parece indicativo de que no provienen de ningún concienzudo cálculo con bases sólidas, sino que se los está sacando de la manga.
Habermas y Licona, Case for the resurrection, 184-85.
Véase la nota 27.
Elizabeth F. Loftus y Jacqueline E. Pickrell, «The Formation of False Memories», Psychiatric Annals 25, n.o 12 (1995): 720-25, https://doi.org/10.3928/0048-5713-19951201-07.
Gillian Murphy et al., «Lost in the Mall Again: A Preregistered Direct Replication of Loftus & Pickrell (1995)», 2022, https://doi.org/10.31234/osf.io/nh3zq.
Beate Muschalla y Fabian Schönborn, «Induction of false beliefs and false memories in laboratory studies—A systematic review», Clinical Psycholocy & Psycotherapy 28, n.o 5 (2021): 1194-1209, https://doi.org/10.1002/cpp.2567.
Para un resumen de la literatura al respecto: Matthew P. Gerrie, Maryanne Garry, y Elizabeth F. Loftus, «False Memories», en Psichology and Law: an Empirical Perspective, ed. Neil Brewer y Kipling D. Williams (Nueva York: The Guilford Press, 2005), 222-53.Matthew P. Gerrie, Maryanne Garry, y Elizabeth F. Loftus, «False Memories», en Psichology and Law: an Empirical Perspective, ed. Neil Brewer y Kipling D. Williams (Nueva York: The Guilford Press, 2005), 222-53.
Susan A. Clancey, Daniel L. Schacter, y Roger K. Pitman, «Memory Distortion in People Reporting Abduction by Aliens», Journal of Abnormal Psychology 111, n.o 3 (2002): 455-61, https://doi.org/10.1037//0021-843X.111.3.455; Richard J. Mcnally et al., «Psychophysiological Responding During Script-Driven Imagery in People Reporting Abduction by Space Aliens», Psychological Science 15, n.o 7 (2004): 493-97, https://doi.org/10.1111/j.0956-7976.2004.00707.
John Nolland, Luke 9:21-18:34, World Biblical Commentary 35B (Dallas, Texas: Word Books, 1993), 514, interpreta que, en Lucas, esa incomprensión tiene un carácter sobrenatural.
Lysander Spooner, The Deist’s Reply to the Alleged Supernatural Evidences of Christianity (Boston, 1836).
Miles Corwin, «False Confessions and Tips Still Flow in Simpson Case», Los Angeles Times, 25 de marzo de 1996.
Esta idea no es ninguna excentricidad mía. Monique Hope-Ross, Stephen Travers, y David Mooney, «Solar retinopathy following religious rituals», British Journal of Ophthalmology, 72 (1988): 931-34, https://doi.org/10.1136/bjo.72.12.931. Profundizaré sobre esto en un futuro artículo sobre “los milagros del sol”, un modelo de milagros entre los que destaca el de Fátima.
Habermas y Licona, Case for the resurrection, 128.