Este artículo es parte de una serie de artículos contra el cristianismo que podréis encontrar organizados aquí:
Hace un tiempo escribí dos artículos contra el argumento de los hechos mínimos en su defensa por Gary Habermas, probablemente el mejor de sus proponentes. Si hacemos memoria, este argumento es un intento de defender la resurrección utilizando tan solo unas pocas premisas supuestamente aceptadas de forma unánime o cuasi unánime por los estudiosos del tema, tanto entre los cristianos como entre los escépticos de la resurrección.
El mérito diferencial de Habermas sobre otros defensores de este argumento, como podría ser William Lane Craig, era el haber armado durante décadas una enorme base de datos de opiniones de los académicos que le permitiría afirmar con seguridad cuáles son realmente los consensos, incluyendo entre sus hechos mínimos tan solo aquellos que contasen con un apoyo de más del 90%. Uno de mis problemas con su obra, si bien no el más importante, era justamente que no creía que algunos de sus hechos mínimos contasen realmente con el consenso que él afirma, poniendo en duda su rigurosidad a la hora de medirlo.
Lamentablemente, en el momento de la publicación de los dos artículos que le dediqué, esa supuesta base de datos permanecía secreta, siendo la única información que teníamos a nuestra disposición algunos datos aislados que lanzaba cuando le interesa, lo que me impedía profundizar en mi crítica. Por fortuna, este mismo 15 de mayo Habermas ha puesto fin a esta situación, publicando la lista de autores y sus correspondientes citas en las que se basó para llegar a sus hechos mínimos1.
En este artículo pretendo hacer uso de este nuevo conocimiento para ampliar mi crítica, pero como no quiero dedicarle demasiado esfuerzo en este momento, limitaré mi alcance a únicamente el que considero más cuestionable de los cuatro hechos mínimos (sin contar al quinto, la tumba vacía, que el mismo Habermas reconoce que no cuenta con el consenso que él mismo requiere, pero lo usa igualmente traicionando el espíritu de su argumento): La conversión de Santiago, el hermano de Jesús, a causa de la aparición de Cristo resucitado que habría presenciado, o al menos creído presenciar.
Avance de participación
Lo primero que me sorprendió en mi búsqueda es la escasísima cantidad de autores que cita: tan solo 28 para este hecho concreto. Para haber dedicado toda su vida al tema, no parece haber hecho un trabajo mucho más exhaustivo del que podría haber hecho yo. Cabría pensar ¿Cómo de fiable puede llegar a ser una muestra tan pequeña? Al fin y al cabo, aunque nuestra lista incluya solo 28 personas, la realidad es que los historiadores dedicados a este tema se cuentan en las decenas de miles.
Incluso si asumiésemos que la selección de Habermas actuó de forma completamente íntegra (y tengo serias dudas), y que logró de alguna forma diseñar su “experimento” de forma que los 28 autores fueran escogidos de forma completamente aleatoria entre la población general de académicos (lo que sería inverosímil incluso aunque fuese su intención), e incluso aunque los 28 autores apoyasen su hecho mínimo (que no es el caso), no podría incluirlo con certeza en su lista.
Supongamos que lanzo una moneda al aire tres veces y que las tres veces sale cara, ¿sería razonable llegar a la conclusión de que la moneda está cargada? Evidentemente no, porque existe una probabilidad nada desdeñable de que esto ocurra con una moneda completamente balanceada, y en concreto, esta probabilidad sería de 0’5^3, esto es, de 0’125, o un 12’5%.
Para abordar estos casos con criterio, la estadística ha creado los conceptos de intervalo de confianza y nivel de significación. Estos conceptos, aunque a algunas personas supuestamente instruidas se muestran muy ignorantes al respecto2, en realidad son conceptos bastante intuitivos, y es que el que haya entendido mi párrafo anterior ya entendió de qué estamos hablando. En ese ejemplo de la moneda diríamos que la probabilidad de obtener cara en cada lanzamiento estaría entre el 50% y el 100%, siendo este el intervalo de confianza; con un 12’5% de significación, pues esa sería la probabilidad de sacar las tres caras en el extremo inferior del intervalo (en este caso, en el extremo superior la probabilidad sería del 100%, si no fuera así, el nivel de significación se multiplicaría por dos, al contar con la probabilidad del extremo superior y el inferior). Esto es, la probabilidad que tendríamos de obtener un resultado como este por mero azar si la probabilidad de cada evento independiente estuviera fuera de nuestro intervalo de confianza sería menor del 12’5%, por eso es relevante este concepto.
En ciencias sociales, y por mera convención, solemos decir que aceptamos una hipótesis (en realidad, en términos técnicos, que rechazamos la hipótesis nula), cuando se cumple con un nivel de significación del 5% o menor. En este caso, con ese nivel de significación, y si los 28 autores estuvieran a favor, el intervalo de confianza empezaría en 89’85%, justo por debajo de ese 90% que exigía.
La cifra es bastante cercana a lo que buscamos, y podríamos pasarlo por alto si fuera el caso, pero tenemos que tener en cuenta que 3 de los 28 autores están en contra (luego veremos que, en realidad, son bastantes más, pero para ese entonces esta sección parecerá irrelevante). Con esa información ni siquiera sería necesario el uso de técnica estadística de este nivel, ya que la proporción estaría justo por debajo del 90% que busca. No obstante, seamos más laxos, y pensemos que nos vale con un mero 80%, y para ser todavía más generoso, pongamos un nivel de significación de un 10% en vez del habitual 5% ¿lograría pasar esta más sencilla prueba? No, el intervalo de confianza resultante quedaría aproximadamente entre un 74’5% y un 97’02%, muy por debajo de ese 80%.
Los números presentados hasta ahora no tienen demasiada importancia, al fin y al cabo, tanto el 90% (u 80) de consenso como el 5% (o 10) de nivel de significación son exigencias hasta cierto punto arbitrarias. Tómense simplemente a título ilustrativo, para entender que, incluso aunque haya hecho las cosas bien, seguiría sin haber probado que los consensos que afirma existan.
Alguno pensará después de leer esta parte “¿Tanto texto para esta tontería? si esta es la crítica, no parece demasiado contundente, más bien parece que estás siendo un quisquilloso”. Y le daré la razón. Ciertamente, todo lo que he comentado hasta ahora no tiene mucha importancia, y palidecerá en comparación con lo que viene después, pero me parece que, si bien no muy importante, era una crítica demasiado obvia
Escrutinio
Habermas no nos dice cuantos de esos 28 autores están a favor y cuantos en contra, ni tampoco los ordena según su postura, sino que deja que seamos nosotros los que leamos las citas que incluye y hagamos nuestra cuenta. No pasa nada, soy un hombre abnegado y trabajador, a la par que humilde.
De los 28, y guiándonos exclusivamente por lo que nos pone Habermas sobre ellos, solo 3 rechazan explícitamente este hecho mínimo: Michael Grant, que califica la aparición como una mera invención; John Painter, que niega el escepticismo de Santiago sobre su hermano; y Richard Bauckham, que cree puede que Santiago sí haya sido escéptico en algún momento, pero que en cualquier caso se habría convertido antes de la aparición. Con esto ya tendríamos más del 10% de disenso, pero el problema reside en el otro 90%.
De los otros 25, solo 8 afirman en esas citas que Santiago se hubiese convertido por la aparición: William Lane Craig, Stephen T. Davis, Reginald Horace Fuller, George Eldon Ladd, Thorwald Lorenzen, Thomas C. Oden, John Shelby Spong, y Peter Stuhlmacher Un 29% del total.
De los demás, 8 dicen que fue escéptico en algún momento, pero nada más que eso: Robert W. Funk, Roy W. Hoover, Howard Clark Kee, John P. Meier, Grant R. Osborne, Wolfhart Pannenberg, David Peterson, y A.J.M. Wedderburn. Otros 6 dicen que experimentó algún tipo de aparición, pero nada más que eso: Hans Dieter Betz, Hans Conzelmann, J. Duncan M. Derrett, Helmut Koester, y Ulrich Wilckens. Los tres restantes nos dan datos con relación solo indirecta con el tema: James Tabor nos cuenta que Santiago llegó a ser líder de la Iglesia, y no nos dice nada de un periodo de escepticismo o de aparición alguna; E.P. Sanders nos diría que Santiago estaría dispuesto a sufrir y morir por el mensaje de la resurrección; Bart Ehrman simplemente dice que Santiago existió.
De ninguna forma podemos pensar que estos 17 autores apoyan el hecho que Habermas nos presenta. Lo que se pretende usar como premisa no es que Santiago fuese escéptico en algún momento (lo que yo mismo veo posible), ni que afirmase haber visto a su hermano resucitado (lo que veo probable), ni que posteriormente se convirtiese en un importante líder de los primeros cristianos (lo que veo casi seguro). Lo que se pretende usar como premisa es que Santiago se convirtió a causa de esa aparición, y ninguno de los arriba citados dice eso.
Teniendo esto en cuenta nos daremos cuenta de que, de haber sido riguroso, Habermas solo podría contar el voto de 11 de los 28 autores listados, puesto que en los otros 17 no tenemos información alguna. De esos 11, 8 estarían a favor y 3 en contra, lo que estaría muy lejos de un consenso cuasi unánime como el que busca.
Resultados por circunscripción
Al formular su argumento, Habermas suele insistir siempre en que sus hechos mínimos son aceptados por una gran mayoría de autores tanto entre los cristianos como entre los escépticos, y que ese es uno de los criterios que sigue. Tiene sentido que sea así, ya que es justamente a los escépticos a quienes apela, así que de nada serviría usar premisas aceptadas plenamente por los cristianos pero no por los no cristianos. En caso contrario, podría aceptar la resurrección directamente por ese criterio.
¿Cumple con esa diversidad la lista de 8 autores que favorecen el cuarto hecho mínimo? No, ni por asomo. No solo los 8 son cristianos, sino que 5 de ellos son religiosos en el sentido más estricto de la palabra: Fuller es un sacerdote anglicano, Ladd y Lorenzen son pastores bautistas, Oden es ministro metodista, y Spong es un obispo católico. De los otros tres, Craig está dedicado por entero a la apologética cristiana con temerario desprecio por la verdad, Pete Stuhlmacher es un teólogo luterano, y Stephen T. Davis un filósofo cristiano. No solo son todos cristianos, sino que la mayoría parecen tener un sesgo claro y no demasiado prestigio académico.
En el bando de los negacionistas también son mayoría los cristianos, con dos de los tres: Richard Bauckham y John Painter. Solo Michael Grant es probablemente no cristiano, ya que aunque no he encontrado confirmación de sus creencias, sus palabras parecen bastante beligerantes.
Si ignoramos lo ridículo de las muestras que estamos manejando, uno podría decir que, con los datos de Habermas, solo un 80% de los autores cristianos creen que Santiago se convirtió debido a la aparición postmorten, mientras que un 100% de los autores no cristianos creen lo contrario.
¡Exijo un recuento!
Quien haya leído mis anteriores artículos sobre Habermas, sabrá cual es el aspecto más preocupante de su trabajo. No solo es que el trabajo de Habermas sea poco exhaustivo o demasiado sesgado, sino que en aquel entonces pude comprobar que, al menos en un caso, incluyó como autor a favor de su postura a uno que se pronunció explícitamente contra ella.
Si bien en ese momento no contaba con una publicación como la que estamos analizando hoy, sí que de vez en cuando, esparcido entre sus libros, soltaba algunos datos, y en uno de ellos pude encontrar una pequeña lista de nombres que supuestamente apoyarían su hecho mínimo de la conversión de Santiago. Entre ellos estaba Hans Conzelmann, y como yo ya disponía de la obra que se referenciaba, a la que había acudido más de una vez, decidí ir a las fuentes3. Os traduzco aquí lo que encontré:
Esta visión se entiende frecuentemente como la conversión de Santiago. Grass, Ostergeschehen und Osterberichte, 101, es acertadamente escéptico sobre eso.4
Aquí vemos como Conzelmann no solo cita a un autor escéptico de la conversión por la aparición de Santiago, autor que no sale en la lista de Habermas, sino que avala su postura. Conzelmann debe contarse entre los autores en contra, pero Habermas lo estaba contando entre los autores a favor.
Este libro me ha aclarado su excusa para contarlo en aquel entonces entre los autores a favor, y es que lo único que dice sobre Conzelmann es “dice que la autoridad de Santiago se fundaba en la aparición que presenció”. Y sí, Conzelmann dice eso en la página 258 de su comentario sobre la epístola a los corintios, que es la referencia que nos da y es también la página de la cual saqué yo la cita anterior. La pregunta es, ¿por qué nos ofrece esa opinión relacionada solo indirectamente con el asunto a tratar, en vez de la negación explícita de la conversión de Santiago por su aparición que se encuentra en la misma página? Si se trata de un error, es un error grosero.
Con este antecedente, Habermas no me deja más opción que tratar de comprobar, uno a uno, la opinión de los 28 autores de Habermas. El resultado final, os lo adelanto, no es nada halagüeño.
La primera sorpresa la encuentro al ir a comprobar la cita de Betz, y es que aunque Habermas tan solo lo incluye como reconociendo la aparición, Betz dice explícitamente “Como Pablo, Santiago se convirtió por una visión de Jesús”5. Lo mismo ocurre con Ludemann, del que Habermas solo nos dice que cree que al principio no era parte de sus seguidores y que en un momento tuvo una aparición, mientras que si acudimos al propio Ludemann nos encontramos con que sí que atribuye la conversión a la aparición6.
Estos son los dos únicos autores que sumaré a la lista del sí. Cabe preguntar ¿por qué cometería Habermas este error? Solo se me ocurren dos explicaciones verosímiles: o que hizo una lectura muy descuidada de ambos autores, saltándose esa parte; o es tan inepto que es realmente incapaz de entender la diferencia entre decir que en un punto del tiempo Santiago negó a su hermano y que en un momento posterior su hermano se le apareció después de muerto, y decir que la aparición es lo que causó su conversión. Contado esto, pasemos a los autores que sumo al no.
El caso de Hoover es incluso peor que el de Conzelmann si uno atiende al contexto. Sí, dice que Santiago no era discípulo de Jesús en Galilea (lo que ya implica que no cree que siguiese sin ser discípulo cuando Jesús partió de Galilea), pero es que lo dice en un párrafo en el que lo que intenta hacer es justamente contradecir a William Lane Craig cuando este usa el mismo argumento que intenta introducir Habermas en sus hechos mínimos.
En su primera réplica, Craig afirma que Jesús resucitado se apareció “no solo a creyentes, sino también a no creyentes, escépticos e incluso enemigos.” Pero esto es meramente una muestra de retórica exagerada que tergiversa lo que Pablo y los Evangelios del Nuevo Testamento dicen. Ningún texto del Nuevo Testamento afirma que Jesús resucitado se apareciera a alguien que no hubiera sido seguidor de Jesús o no se hubiese convertido en creyente. Por supuesto, se dice que los discípulos no creyeron lo dicho por las mujeres de la tumba vacía, se dice que Tomás tuvo dudas y, hasta donde sabemos, Santiago el hermano de Jesús no era uno de sus seguidores en Galilea. El Jesús resucitado fue visto por un fariseo que era enemigo que era enemigo celoso de la Iglesia primitiva: Pablo, de Tarso; pero hasta donde sabemos, Pablo nunca conoció al Jesús de la historia y no puede, por lo tanto, contarse entre sus enemigos. Estos son presumiblemente los principales “no creyentes, escépticos e incluso enemigos” que Craig tiene en mente (no identificó ninguno durante el debate). Cuando la aseveración de Craig se compara con lo que el texto del Nuevo Testamento realmente dice sobre quienes dicen haber visto al Jesús resucitado, su afirmación de que Jesús no se apareció solo a creyentes se desvanece en la nada de los abusos retóricos.7
En el caso de Conzelmann, podría aceptar la idea de que a Habermas simplemente se le pasase la parte en la que niega la conversión de Santiago por su aparición, al estar en una nota a pie de página. En este caso, sin embargo, el error me parece inverosímil, no veo como podría uno llegar a leer la cita de Hoover sobre Santiago sin entender, por muy apresurada o parcial que sea la lectura, que está en contra de la idea de la conversión por la aparición de Santiago. Me resulta muy difícil no llegar a la conclusión de que Habermas manipuló deliberadamente esta cita.
Algo similar ocurre con James Tabor. Si bien en la página que se referencia no se dice nada al respecto, todo el libro está dedicado a una tesis que contradice directamente la de Habermas, y que por peculiar, hace sobradamente conocida la opinión de James Tabor: cree que los hermanos de Jesús no solo fueron discípulos de su hermano, sino que eran parte de los doce apóstoles, y que Santiago, que cree que es la misma persona que Santiago el menor, sería ni más ni menos que el discípulo amado del Evangelio de Juan8. De nuevo, por lo conocidísima de esta postura, me resulta difícil entender este error.
Con Wedderburn encontramos otro error, tal vez menos escandaloso, pero todavía grave. Sí, como dice Habermas, Wedderburn creía que Santiago había sido escéptico en algún momento de su pasado, pero no solo es que no se aventure a especular sobre cuando se habría convertido, es que para él, según nos dice en la misma página, este hecho sería motivo para pensar que no tuvo la visión que decía haber tenido. Según Wedderburn, Santiago necesitaba esa aparición para poder reforzar su autoridad en la Iglesia pese a su pasado, y es por eso, entre otros motivos, por los que nos dice que Pablo debería haber dudado de su veracidad9.
Por tanto, si hacemos recuento, tenemos que 2 autores se han sumado a la lista de 8 en el sí, mientras que otros 4 autores se han sumado a la lista del no. El resultado final es de 10 a favor del hecho mínimo, o un 58’8%, y 7 en contra, o un 41’2%. Muy lejos de ese 26 de 28 inicial.
Si volvemos al inicio del artículo, en la que expliqué los conceptos de intervalo de confianza y nivel de significación, y los aplicamos a este resultado final, veremos que el intervalo de confianza con un 5% de significación está entre el 32’92 y el 81’56%. Incluso concediéndole a Habermas el beneficio de la duda sobre su posible sesgo de selección, podemos rechazar con seguridad la hipótesis de que haya consenso alguno sobre que Santiago se convirtió después de haber visto a Jesús resucitado.
Investidura
No se me caen los anillos por reconocer que Gary Habermas es, sin duda alguna, uno de los mejores apologetas de todo el cristianismo en el caso de la resurrección. Su enfoque es relativamente original, y durante años ha logrado convencer a la gente de que cuenta con un vastísimo conocimiento de la literatura relevante, lo que le ha concedido una autoridad que muchos no se atreven a cuestionar.
El problema es que la defensa de la resurrección como un hecho probado es simplemente risible, no hay elementos a los que agarrarse, y no se le puede pedir peras al olmo. Todo el que destaque en este campo, deberá hacerlo por una manipulación grosera de los hechos, sea esta consciente o inconsciente.
Creo que en este artículo he probado que esa manipulación se da en forma flagrante en este caso. No puedo saber con seguridad si esa manipulación es inconsciente, debido a la ineptitud del autor; o si es consciente, y estamos hablando de un fraude. Personalmente, creo que es una mezcla de los dos.
En cualquier caso, creo que la cantidad de “errores” que hemos visto a lo largo del artículo en lo concerniente a la conversión de Santiago son suficientes para asumir un patrón, y dar por hecho que, aunque no lo haya comprobado directamente, también podremos encontrarlos en cada extremo de su trabajo.
La conclusión final es obvia: el argumento de los hechos mínimos, si uno lo entiende como un intento de dar un buen argumento para la resurrección de Jesús y no como una mera forma de atraer a incautos, fracasa estrepitosamente. No es este el único motivo, y ya he explicado otros en mis anteriores artículos, pero sí es, por el momento, el último clavo en su ataúd.
Gary R. Habermas, On the Resurrection, Volume 3: Scholarly Perspectives (B&H Academic, 2025).
Célebremente, Jorge Manuel Rodríguez Almenar, un sindonista no muy hábil, dicho esto sin ningún respeto hacia su persona. Para entender la referencia, léase https://catalaxia.substack.com/i/116146656/el-nivel-de-significacion
Esto viene en el último párrafo de esta sección de mi primer artículo contra Habermas https://catalaxia.substack.com/i/86617044/metodologia-opaca
Hans Conzelmann, 1 Corinthians: A Commentary on the First Epistle to the Corinthians (Philadelphia: Fortress Press, 1975), 258, nota 91.
Hans Dieter Betz, Galatians (Fortress Press, 1979), 78. Resulta extraño que en la nota a pie de página de esta afirmación nos cite el evangelio de los hebreos, donde parece claro que la conversión de Santiago habría sido previa a la aparición, ya que se nos dice que prometió no volver a comer pan hasta ver a Jesús levantarse de entre los muertos, pero ese tema no es de relevancia para nuestros intereses.
“Only vague conjectures are possible about the historical background to this individual vision, which must have represented a kind of conversion of James.” Gerd Lüdemann, What Really Happened to Jesus: A Historical Approach to the Resurrection (Louisville, Kentucky: Westminster John Knox Press, 1995), 102.
Roy W. Hoover, «A contest between Orthodoxy & Veracity», en Jesus Resurrection: Fact or Figment, ed. Paul Copan y Ronald K. Tacelli (InterVarsity Press, 2000), 135.
James D. Tabor, The Jesus Dynasty (Simon & Schuster, 2006), 165.
A.J.M. Wedderburn, Beyond Resurrection (SCM Press, 1999), 116