Los dos finales de Judas Iscariote
En un artículo anterior expliqué la doctrina de la inerrancia bíblica, cómo esta implica que encontrar un solo error bien demostrado sería suficiente para herir de muerte el cristianismo, y dije que a partir de ahora comenzaría a publicar artículos explicando algunos de los errores que pueden encontrarse. El de hoy es uno de esos artículos, en el que hablaré de las contradicciones que existen en el relato de la muerte de Judas entre el Evangelio de Mateo y el Libro de los Hechos de los Apóstoles.
Dado que son dos pasajes relativamente cortos incluiré el texto aquí para facilitar su consulta. El primero de estos pasajes es el de Mateo 27:3–10
Entonces Judas, el traidor, viendo que lo habían condenado, se arrepintió y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y ancianos diciendo: «He pecado, entregando sangre inocente». Pero ellos dijeron: «¿A nosotros qué? ¡Allá tú!». Él, arrojando las monedas de plata en el templo, se marchó; y fue y se ahorcó. Los sacerdotes, recogiendo las monedas de plata, dijeron: «No es lícito echarlas en el arca de las ofrendas porque son precio de sangre». Y, después de discutirlo, compraron con ellas el Campo del Alfarero para cementerio de forasteros. Por eso aquel campo se llama todavía «Campo de Sangre». Así se cumplió lo dicho por medio del profeta Jeremías¹: «Y tomaron las treinta monedas de plata, el precio de uno que fue tasado, según la tasa de los hijos de Israel, y pagaron con ellas el Campo del Alfarero, como me lo había ordenado el Señor».²
El relato parece bastante claro, tras ver que su traición llevará a la condena a muerte de Jesús Judas se arrepiente, devuelve las monedas a los sumos sacerdotes y tras eso se suicida ahorcándose. Los sacerdotes posteriormente usan el dinero en comprar un terreno que usar como cementerio para extranjeros, que se termina llamando “campo de sangre” por el origen del dinero usado para comprarlo.
Y Hechos de los Apóstoles 1:18–19
Este, pues, adquirió un campo con un salario injusto y, cayendo de cabeza, reventó por medio y se esparcieron todas sus entrañas. Y el hecho fue conocido por todos los habitantes de Jerusalén, por lo que aquel campo fue llamado en su lengua Hacéldama, es decir, “campo de sangre”.²
Es importante aclarar aquí que esto, a pesar de estar introducido entre un discurso de Pedro, no es parte de dicho discurso sino un comentario aclaratorio introducido por el autor del libro, y es por eso que en la mayoría de traducciones aparece entre paréntesis para indicarlo. Esto es relevante porque si tan solo fuera un comentario de uno de los personajes podríamos argumentar que no está sometido a la inerrancia.
Este pasaje es algo más corto pero también es algo más confuso. En este caso es Judas el que compra el terreno anterior con las treinta monedas, muere reventando su cuerpo y esparciendo todas sus entrañas por ese terreno, y eso lleva a que se llame a ese lugar “campo de sangre”. Lo confuso aquí es ¿qué clase de muerte es esa? ¿por qué reventó? La respuesta es intuitiva en una primera lectura aislada, y resulta más evidente cuando se estudia el contexto, esa muerte no es más que un castigo divino.
Esta clase de muertes, espontáneas y sin algún motivo natural claro, que resultan ser un castigo divino por alguna fechoría de la víctina, son algo que podemos ver en multitud de fuentes tanto extrabíblicas como bíblicas e incluso en el propio libro de los Hechos, donde estos milagros punitivos adquieren gran importancia³. Un paralelismo especialmente evidente lo tenemos en la muerte de Ananías y Safira en Hechos 5:1–10, que después de comprar un terreno con un dinero obtenido de forma ilegítima, al igual que Judas, caen al suelo y se mueren sin más por obra de Dios.
Intentos de armonización
Las contradicciones saltan a la vista: Mientras que en el Evangelio de Mateo Judas muere ahorcándose, en los Hechos de los Apóstoles cae al suelo de cabeza y explota sin razón aparente; en Mateo Judas devuelve el dinero de la traición a quienes se lo habían dado en primer lugar, y estos después de que Judas se suicidase decidieron gastarlo en comprar un terreno que serviría para enterrar extranjeros, en los Hechos de los Apóstoles es el propio Judas el que compra el terreno antes de estallar en él; en Mateo dicho terreno termina llamándose campo de sangre simplemente por haberse comprado con un dinero “manchado de sangre” en sentido metafórico, en Hechos de los Apóstoles acaba llamándose así por una sangre literal, aquella que esparció por el lugar el propio Judas al explotar ahí mismo. Especialmente la primera de estas contradicciones es muy evidente, y precisamente por eso tenemos intentos de solventarlas desde los primeros cristianos, pero considero todos ellos intentos desesperados sin ningún éxito.
Kirsopp Lake ofrece una pequeña compilación de estas armonizaciones desde tiempos antiguos⁴. En ella podemos ver a grandes rasgos dos tipos de solución: están por un lado los que afirman que Judas se ahorcó, pero de alguna manera sobrevivió al ahorcamiento para posteriormente morir de la forma que se relata en Hechos de los Apóstoles, caso de Teofilacto, Apolinar e Ishodad; y por el otro lado están los que afirman que Judas se ahorcó, la cuerda o la rama de la que se colgó se rompió, y al caerse él al suelo explotó de la forma relatada en Hechos de los Apóstoles, caso de un pasaje de la Catena armenia atribuído a Crisóstomo. En un punto intermedio estaría Eusebio, según el cuál Judas cayó al intentar ahorcarse y eso le causó daños internos, pero no fue hasta unos días después cuando esos daños causarían la explosión.
El primer y mayor problema con estos intentos es evidente, solo tratan de responder a una de las tres contradicciones que señalé anteriormente, pero no se dice nada de las demás. ¿Qué hay de la compra del terreno y de cómo llegó a adquirir su nombre? Pero esta no es la única dificultad a la que se enfrenta sino que, al menos en el segundo caso, ni siquiera llega a explicar satisfactoriamente la contradicción en la forma de la muerte.
Recordemos las palabras los Hechos de los Apóstoles, en estas se dice que antes de reventar Judas cayó de cabeza. Esto descarta la posibilidad de que tratase de ahorcarse y la cuerda o la rama se rompiese, puesto que de haberse colgado por el cuello nunca podría acabar cayendo de cabeza, sino que se habría lanzado de pie y en el momento en el que la cuerda se acabase esta se aseguraría de que mantuviese esa posición vertical al tirar de su cabeza hacia arriba.
De nuevo, algunos apologetas se han dado cuenta de esto y han intentado dar algunas soluciones. Una propuesta dice que el ahorcamiento se habría dado en un árbol cerca de un precipicio, y en tiempos más recientes Gleason Archer añade a esto que dicho intento de suicidio colgándose de un árbol al borde de un precipicio habría coincidido con un terremoto (el que sucedió a la muerte de Jesús según Mateo), fuertes vientos e incluso una tormenta, lo que daría la oportunidad de que el cuerpo diese muchas vueltas en el aire y aterrizase finalmente de cabeza⁵. Dejo a juicio del lector considerar como de forzado es inventarse una tormenta que en ningún lugar del texto aparece, o relacionarlo con el terremoto que habría tenido lugar según el Evangelio de Mateo durante la muerte de Jesús cuando tampoco se menciona que la muerte de Judas coincidiera temporalmente con la de Jesús. Es discutible también si este extravagante escenario encajaría en lo que llamaríamos “caer de cabeza”, pero no entraré en eso y lo aceptaré como una versión que coincide con las palabras del texto en ese sentido.
Otra opción pasa por una traducción alternativa de lo que hasta ahora tratamos como caer de cabeza, y que algunos autores intentaron traducir como un término médico que se referiría a hincharse, algo que podría encontrar su apoyo en la Vulgata (traducción al latín del siglo VI), que recoge esa versión. Esta traducción sin embargo ha acabado siendo rechazada ya que, a pesar de que etimológicamente podría parecer tener sentido, es un uso que simplemente no está en ningún registro histórico. La presencia en la Vulgata parece más bien un intento de armonizar ambos relatos de la muerte de Judas, intención que se ve clara en el hecho de que, en el mismo pasaje del libro de los Hechos, se introduce sin más de forma violenta en el texto que Judas se estaba ahorcando⁶.
Las dos contradicciones ignoradas
Hasta ahora he comentado intentos de resolver la contradicción de la forma de la muerte, pero apenas nada de quien compró el campo y cómo adquirió su nombre, el motivo de esto es que apenas he podido encontrar a nadie que lo aborde.
Gleason Archer sugiere dos posibles explicaciones a la pregunta de quién compró el campo: la primera es que Judas hubiese contratado con los dueños del terreno comprarlo con el dinero de la traición antes de suicidarse, la segunda es que Pedro estuviera siendo irónico⁷.
Sinceramente, soy incapaz de entender la segunda alternativa, no sé a qué se refiere con que Pedro estuviera siendo irónico, no soy capaz de captar la ironía, pero sí puedo descartarlo sobre la base de que no es Pedro el que habla en ese pasaje, como expliqué antes. Sobre la primera sí puedo decir que me resulta manifiestamente absurda, para empezar el libro de los Hechos habla de una compra consumada, no de un pacto de compra futura con un dinero que finalmente decidiría devolver a sus dueños sin llegar a pagar dicho terreno, y además de eso ¿hemos de suponer que la compra de los sacerdotes del mismo terreno es algo casual? ¿es casual también que el precipicio del que según el propio Archer Judas se cayó fuese a parar a ese mismo terreno que tenía pactado comprar pero que aún no era suyo? ¿tenemos que suponer también que el pacto de compra lo hizo en el breve periodo de tiempo entre que cobró su recompensa y Jesús fue condenado, cuando según Mateo se daría su muerte?
Otros han sugerido que la compra de la que habla Hechos de los Apóstoles es una compra indirecta, que al comprar los sacerdotes el campo con el dinero que Judas les dio es como si Judas mismo lo hubiese comprado de forma a través de ellos⁸. De nuevo, esto es también absurdo, de ninguna manera si yo le doy un dinero a alguien y este alguien compra con él lo que le dé la gana podemos decir que yo he comprado lo que sea que haya comprado él. Ni Judas tomó la decisión de la compra, ni adquirió la propiedad, ni se hizo con su dinero (pues ya se lo había tirado a aquellos que hicieron uso de él), de ninguna forma podemos hablar de compra indirecta en ese sentido.
Por último, no he sido capaz de encontrar a nadie que trate la contradicción del motivo del nombre de forma “seria”, por lo que no puedo dar ninguna contrarréplica al no haber réplica en primer lugar.
Conclusión
Creo haber dejado demostrado en este artículo que en los distintos relatos bíblicos de la muerte de Judas hay contradicciones irresolubles, hasta el punto de que en una de ellas ni siquiera he sido capaz de encontrar a nadie que haya tratado de darle solución. Con respecto a las otras dos, creo que podemos considerar que las justificaciones que se ha dado a la autoría de la compra simplemente contrarias a lo que se dice en el texto, mientras que las dadas a la forma de la muerte como simplemente “creativas”. No obstante, consideremos un poco lo que significa que sean “creativas”.
Todas las soluciones vistas hasta ahora parten de una premisa que ni siquiera se paran a discutir, pero que es sumamente cuestionable “da igual lo que aparente el texto mientras haya un solo posible transcurrir de los acontecimientos que pueda llevar a que las frases que componen el texto, individualmente consideradas y aisladas del contexto, puedan tenerse como ciertas”, toman los textos como si fueran meras piezas de atrezzo que puedas usar para improvisar una obra teatral de tu preferencia. El lenguaje humano no funciona así.
Esto se parece más al lenguaje de un niño, o más bien a los juegos que le gusta aplicar a dicho lenguaje. Es relativamente común que, por poner un ejemplo, si a un niño le preguntas una determinada cantidad, y esta resulta ser X, él te responda con otra Y que resulta menor, y si te das cuenta de la contradicción y se la resaltas él diga “sí, hay/había/tengo/tiene/tenía/etc. X, pero por lo tanto también Y”, pero si al niño le hace gracia este juego es precisamente porque es consciente de que el mensaje que estaba transmitiendo, lo que realmente estaba diciendo es que el total en cuestión correspondía a la cantidad Y, no a una mayor dentro de la cual, por pura lógica, también esté contenida una cantidad Y del objeto del que esté hablando.
De la misma forma, si el autor del Evangelio de Mateo escribió que después de devolver el dinero Judas se marchó y se ahorcó lo que está diciendo es que Judas se marchó y se suicidó, muriendo de esa forma, así lo entendió todo el mundo hasta hoy y así sabía el autor que lo entendería todo el mundo, por lo tanto eso es lo que dijo. Si ahora dicho autor se presentase ante mí y, sonriendo como el niño del ejemplo, me dijese “no, si es cierto que se marchó y se ahorcó, pero sobrevivió y luego murió de la forma que dice Lucas” entonces le diré sin titubear que mintió, de la misma forma exacta en la que mintió el niño.
Por lo tanto, incluso ignorando las otras dos contradicciones que no consiguieron ninguna respuesta que llegue a alcanzar ese perverso objetivo de retorcer las palabras para que se adapten a un relato que le es ajeno, podemos decir que esta contradicción existe, que ambos libros relatan historias distintas e incompatibles, y por lo tanto al menos una de las dos debe ser falsa, en todo o en parte.
Por este motivo, podemos afirmar que la inerrancia bíblica también es falsa y es lógicamente imposible, y por ello el catolicismo es también falso y lógicamente imposible.
Notas
1 Al contrario de lo que dice el autor del Evangelio de Mateo, esta cita no aparece en el libro de Jeremías. Considero esto también un error, pero no discutiré eso aquí todavía, sino que dejaré el desarrollo de todos los matices alrededor de esta cita para un futuro artículo.
2 Para evitar en la medida de lo posible levantar suspicacias en el bando contrario, he decidido usar para esto la traducción oficial de la Conferencia Episcopal Española, aunque no sea esta mi favorita.
3. Richard I. Pervo, Acts: A Commentary, Hermeneia (Fortress Press, 2009), pp. 52–54; Kirsopp Lake, “The Death of Judas”, en The Beginnings of Christianity Part I: The Acts of the Apostles, vol. V (St Martin’s Street, Londres: MacMillan and co, limited, 1933), pp. 29–30.; Juan Crisóstomo, “Discourse on Blessed Babylas and Against the Greeks”, en Apologist, The Fathers of the Church 73 (Washington D.C.: The Catholic University of America Press, 1983), pp. 128–29.; Thomas Africa, “Worms and the Death of Kings: A Cautionary Note on Disease and History”, Classical Antiquity 1, n.o 1 (1982): pp. 1–17, https://doi.org/10.2307/25010757
4. Lake, Death of Judas, pp. 25–27
5. Gleason Archer, Encyclopedia of Bible Difficulties (Grand Rapids, Michigan: Regency Reference Library, 1982), p. 344.
6. Bruce Metzger, A Textual Commentary on the Greek New Testament (United Bible Societies, 1983), pp. 286–87; Raymond Brown, The Death of the Messiah, vol. 2 (Doubleday, 1999), pp. 1405–6; Lake, Death of Judas, pp. 27–28.
7. Archer, Encyclopedia, p. 344
8. The English Standard Version Study Bible (Good News Publisher, 2011), Nota a Hechos 1:18